Obituario está compuesto por más de cien relatos breves que tienen como denominador común la muerte; no así la solemnidad. Publicado por primera y única vez en forma íntegra en México en 1989, se ofrece aquí una versión cuidadosamente corregida, que incluye textos inéditos.

¿Quiénes mueren en estas páginas? Chilenos, chilenos sin lugar a dudas. Gente que se llama Carlos González Vargas, Deidamia Silva Larraguibel, Clodoaldo Huehuentro Vilugrón, Robertito Sandoval Atala. Nombres completos, como corresponde a un registro de óbitos. A veces, sin embargo, la muerte deja menos que un nombre: “C.G.V.”. Peor aún: “N.N.”. Gallardo da forma a una verdadera gramatología de la muerte de la clase media o de las representaciones que la habitan.

(Patricio Ríos Segovia)

Se trata de difuntos “empecinadamente chilenos”, casi siempre provincianos, “pencopolitanos”, provistos de “don” o “doña”, y generalmente de los dos apellidos; sujetos tan minuciosamente identificados, que lindan en el anonimato total que producen las listas de registro civil. La lectura de Obituario es una aventura que da vergüenza, risa, molestia, ocasional orgullo: es una aventura de un lenguaje que permite el reconocimiento y que descoloca lugares comunes de algunas chilenidades canónicas.

(Adriana Valdés)
 

Obituario - Andrés Gallardo

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Obituario - Andrés Gallardo $15.200

Obituario está compuesto por más de cien relatos breves que tienen como denominador común la muerte; no así la solemnidad. Publicado por primera y única vez en forma íntegra en México en 1989, se ofrece aquí una versión cuidadosamente corregida, que incluye textos inéditos.

¿Quiénes mueren en estas páginas? Chilenos, chilenos sin lugar a dudas. Gente que se llama Carlos González Vargas, Deidamia Silva Larraguibel, Clodoaldo Huehuentro Vilugrón, Robertito Sandoval Atala. Nombres completos, como corresponde a un registro de óbitos. A veces, sin embargo, la muerte deja menos que un nombre: “C.G.V.”. Peor aún: “N.N.”. Gallardo da forma a una verdadera gramatología de la muerte de la clase media o de las representaciones que la habitan.

(Patricio Ríos Segovia)

Se trata de difuntos “empecinadamente chilenos”, casi siempre provincianos, “pencopolitanos”, provistos de “don” o “doña”, y generalmente de los dos apellidos; sujetos tan minuciosamente identificados, que lindan en el anonimato total que producen las listas de registro civil. La lectura de Obituario es una aventura que da vergüenza, risa, molestia, ocasional orgullo: es una aventura de un lenguaje que permite el reconocimiento y que descoloca lugares comunes de algunas chilenidades canónicas.

(Adriana Valdés)