“Pero quisiera que las manchas / fueran tan sólo manchas”, dice Santiago Loza en uno de sus poemas. Y aunque esté hablando de acuarelas podríamos rastrear esa premisa a lo largo de todo este libro: el tironeo entre desdibujar y bocetar un sentido. La primera persona aparece intermitente, cambia de aspecto, de signo, se va. A veces el manchón central es el paisaje, y el paisaje es una tapa de desodorante, unas hormigas, lluvia, “el cielo, los edificios, todo eso”. Un ritmo lánguido pero decidido va sumando elementos y hasta despliega tramas en vaivén: microargumentos que –como en Brainard, como en Schuyler– hospedan, sin embargo, la vida entera.

 Laura Wittner en el épilogo. 

Noventa y nueve naturalezas muertas - Santiago Loza

$12.000
Noventa y nueve naturalezas muertas - Santiago Loza $12.000

“Pero quisiera que las manchas / fueran tan sólo manchas”, dice Santiago Loza en uno de sus poemas. Y aunque esté hablando de acuarelas podríamos rastrear esa premisa a lo largo de todo este libro: el tironeo entre desdibujar y bocetar un sentido. La primera persona aparece intermitente, cambia de aspecto, de signo, se va. A veces el manchón central es el paisaje, y el paisaje es una tapa de desodorante, unas hormigas, lluvia, “el cielo, los edificios, todo eso”. Un ritmo lánguido pero decidido va sumando elementos y hasta despliega tramas en vaivén: microargumentos que –como en Brainard, como en Schuyler– hospedan, sin embargo, la vida entera.

 Laura Wittner en el épilogo.