Es poesía de interior ya que el libro desde el nombre, nos requiere acercarnos a su cauce, con el oído atento. “No hagan ruido en la orilla”- nos dice/avisa que– “Con la voz bajita se rebelan las verdades”.

Será con esta cualidad que, junto a la mirada del poeta, recorreremos el entorno con el asombro y la inocencia de los niños. Tal como ellos, hallaremos en lo abierto la nutriente de sus placeres, la materia de sus reflexiones, que como en la infancia, se sostienen y fundamentan en un fuerte vínculo imaginario con el mundo y nos permiten identificar las emociones, sensaciones e impresiones ligadas a vivencias y a aquello que las provoca, dejándonos maravillar con lo que vive y lo que siente. La voz no acude a la memoria con nostalgia, sino, para recrear su experiencia, para acercarnos a la trascendencia de lo cotidiano. 

Su mirada se orienta de tal modo, que el acto de ver se nos presenta como el encuentro de lo nuevo. Una y otra vez, en lo ya visto, se afirma la sencillez/ habilidad para expresar con metáforas de enigmática belleza la clave de su misterio. 

Es así que estos versos van entrando serenamente en nosotros, como esos atardeceres, que nos incitan a meditar en silencio.

 

María Lanese

No hagan ruido en la orilla - Misael Castillo

$15.000
No hagan ruido en la orilla - Misael Castillo $15.000

Es poesía de interior ya que el libro desde el nombre, nos requiere acercarnos a su cauce, con el oído atento. “No hagan ruido en la orilla”- nos dice/avisa que– “Con la voz bajita se rebelan las verdades”.

Será con esta cualidad que, junto a la mirada del poeta, recorreremos el entorno con el asombro y la inocencia de los niños. Tal como ellos, hallaremos en lo abierto la nutriente de sus placeres, la materia de sus reflexiones, que como en la infancia, se sostienen y fundamentan en un fuerte vínculo imaginario con el mundo y nos permiten identificar las emociones, sensaciones e impresiones ligadas a vivencias y a aquello que las provoca, dejándonos maravillar con lo que vive y lo que siente. La voz no acude a la memoria con nostalgia, sino, para recrear su experiencia, para acercarnos a la trascendencia de lo cotidiano. 

Su mirada se orienta de tal modo, que el acto de ver se nos presenta como el encuentro de lo nuevo. Una y otra vez, en lo ya visto, se afirma la sencillez/ habilidad para expresar con metáforas de enigmática belleza la clave de su misterio. 

Es así que estos versos van entrando serenamente en nosotros, como esos atardeceres, que nos incitan a meditar en silencio.

 

María Lanese