En enero fue evidente que algo ocurre. El sol había perdido fuerza, como si llegase a través de un filtro polarizado. El pasto se quemaba bajo el rocío y en las horas más tempranas de la mañana flotaba la neblina baja a la altura de las rodillas, jirones de nubes que se prolongaban hasta el mediodía. Los informes científicos no eran concluyentes. Cada uno arriesgaba su propia hipótesis, pero todos se declaran incapaces de pronosticar cuánto tiempo duraría el fenómeno. Aun así, el asunto fue bien recibido: se trataba de un golpe de suerte para un mundo recalentado que precisaba enfriarse.

Ministerio de invierno - Juan Cruz Balián

$19.900
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