Empecé a escribir este libro poco después de la muerte de Ernesto Guevara. Solo yo sé todo lo difícil que esto fue para mí, en ese mismo momento, cuando su muerte nos parecía mentira, igual que a millones de personas en todo el mundo. RICARDO ROJO

Marea Editorial presenta la edición definitiva de Mi amigo el Che. Escrito por Ricardo Rojo meses después de la ejecución del Che en La Higuera, Bolivia, el 9 de octubre de 1967, se trata del primer libro testimonial sobre Ernesto Guevara. El libro se publicó en 1968 a partir de una idea del editor Jorge Álvarez, fue difundido en todo el mundo y colaboró a forjar el mito del Che.

Rojo fue testigo privilegiado de las circunstancias más importantes de la vida de Guevara. Lo conoció en Bolivia en 1953 cuando ambos eran unos jóvenes en busca de la “experiencia latinoamericana”. A partir de entonces entablaron una fuerte amistad que incluyó a Celia, la madre de Ernesto. En México asiste a su deslumbramiento con Fidel Castro y los revolucionarios cubanos. Luego del triunfo de la revolución lo visita en la isla en 1961, cuando, ya convertido en el Che, era ministro de Industrias. Rojo gestiona el mítico encuentro con el presidente argentino Arturo Frondizi. Actúa como abogado de varios sobrevivientes de la guerrilla de Jorge Masetti y más tarde de Ciro Roberto Bustos, compañero del Che en Bolivia, lo que le permitió conocer en detalle las circunstancias de la muerte de su amigo Ernesto. Rojo, de origen radical, tuvo una vida política muy intensa que lo acercó al peronismo y lo instaló como articulador del pacto entre Perón y Arturo Frondizi. Desarrolló vínculos con otros líderes e intelectuales latinoamericanos, como Fidel Castro, Arturo Jauretche, Salvador Allende, John William Cooke y Raúl Alfonsín.

Esta nueva edición incluye un prólogo de su amigo Daniel Divinsky y un epílogo revelador de su hija, Alejandra Rojo, en el que rescata el espíritu de la época en fotos, documentos y cartas entre Rojo y el Che publicados por primera vez en esta edición.

Ha sido un verdadero placer su lectura. Esta relación histórica complementa admirablemente el contenido del “Diario del Che Guevara”. Sin cuanto usted nos informa de su paso por el Congo y muchas otras circunstancias, no sería fácil comprender que un hombre ya fogueado y experimentado en la guerra de guerrillas se haya encontrado en Bolivia en una situación tan precaria de medios y preparación. JUAN DOMINGO PERÓN, carta a Rojo del 2 de agosto de 1968

Mi amigo el Che le dio a Ricardo Rojo renombre internacional, ya que se lo tradujo de inmediato a quince idiomas y figura entre los más vendidos de autores hispanoamericanos. ROGELIO GARCÍA LUPO, Página/12, febrero de 1996 Cuando acometí en esta oportunidad la relectura de Mi amigo el Che, con vistas a escribir estas líneas, temí que los años hubieran sido implacables con esta obra que devoré en el momento de su aparición, hace nada menos que cincuenta y cinco años. Sin embargo, este libro es de los que no envejecen nunca, se resignifican y se revitalizan con el tiempo. DANIEL DIVINSKY, del prólogo a esta edición

Mi amigo el Che - Ricardo Rojo

$21.900
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Empecé a escribir este libro poco después de la muerte de Ernesto Guevara. Solo yo sé todo lo difícil que esto fue para mí, en ese mismo momento, cuando su muerte nos parecía mentira, igual que a millones de personas en todo el mundo. RICARDO ROJO

Marea Editorial presenta la edición definitiva de Mi amigo el Che. Escrito por Ricardo Rojo meses después de la ejecución del Che en La Higuera, Bolivia, el 9 de octubre de 1967, se trata del primer libro testimonial sobre Ernesto Guevara. El libro se publicó en 1968 a partir de una idea del editor Jorge Álvarez, fue difundido en todo el mundo y colaboró a forjar el mito del Che.

Rojo fue testigo privilegiado de las circunstancias más importantes de la vida de Guevara. Lo conoció en Bolivia en 1953 cuando ambos eran unos jóvenes en busca de la “experiencia latinoamericana”. A partir de entonces entablaron una fuerte amistad que incluyó a Celia, la madre de Ernesto. En México asiste a su deslumbramiento con Fidel Castro y los revolucionarios cubanos. Luego del triunfo de la revolución lo visita en la isla en 1961, cuando, ya convertido en el Che, era ministro de Industrias. Rojo gestiona el mítico encuentro con el presidente argentino Arturo Frondizi. Actúa como abogado de varios sobrevivientes de la guerrilla de Jorge Masetti y más tarde de Ciro Roberto Bustos, compañero del Che en Bolivia, lo que le permitió conocer en detalle las circunstancias de la muerte de su amigo Ernesto. Rojo, de origen radical, tuvo una vida política muy intensa que lo acercó al peronismo y lo instaló como articulador del pacto entre Perón y Arturo Frondizi. Desarrolló vínculos con otros líderes e intelectuales latinoamericanos, como Fidel Castro, Arturo Jauretche, Salvador Allende, John William Cooke y Raúl Alfonsín.

Esta nueva edición incluye un prólogo de su amigo Daniel Divinsky y un epílogo revelador de su hija, Alejandra Rojo, en el que rescata el espíritu de la época en fotos, documentos y cartas entre Rojo y el Che publicados por primera vez en esta edición.

Ha sido un verdadero placer su lectura. Esta relación histórica complementa admirablemente el contenido del “Diario del Che Guevara”. Sin cuanto usted nos informa de su paso por el Congo y muchas otras circunstancias, no sería fácil comprender que un hombre ya fogueado y experimentado en la guerra de guerrillas se haya encontrado en Bolivia en una situación tan precaria de medios y preparación. JUAN DOMINGO PERÓN, carta a Rojo del 2 de agosto de 1968

Mi amigo el Che le dio a Ricardo Rojo renombre internacional, ya que se lo tradujo de inmediato a quince idiomas y figura entre los más vendidos de autores hispanoamericanos. ROGELIO GARCÍA LUPO, Página/12, febrero de 1996 Cuando acometí en esta oportunidad la relectura de Mi amigo el Che, con vistas a escribir estas líneas, temí que los años hubieran sido implacables con esta obra que devoré en el momento de su aparición, hace nada menos que cincuenta y cinco años. Sin embargo, este libro es de los que no envejecen nunca, se resignifican y se revitalizan con el tiempo. DANIEL DIVINSKY, del prólogo a esta edición