Los debates en torno a la masculinidad y a la creación de grupos de hombres han carecido hasta ahora de una revisión crítica sobre su verdadero alcance transformador. En Masculinidades y feminismo, se cuestiona la noción, a priori positiva, de esas nuevas masculinidades, por lo general, compuestas por adultos heterosexuales, de clase media blanca y con núcleos familiares heteronormativos. En ellas, a menudo se excluye a las masculinidades homosexuales, afeminadas, trans*, menores o adolescentes, migrantes, personas mayores o mujeres masculinas.

En la práctica, nos encontramos ante grupos autorreferenciales que enfatizan cada vez más la propia identidad masculina, en lugar de ahondar en las relaciones de poder o dialogar con el feminismo. Esto demuestra que el hombre sigue mirándose y viéndose como principio y fin, superhéroe en el campo de la lucha por la igualdad. Así mismo, la ficción de esa nueva masculinidad —igual que la vieja— distrae de la comprensión del desarrollo histórico de la dominación patriarcal y desvía el discurso hacia una difusa división generacional.

Una mirada más rigurosa y pausada nos permite relativizar el optimismo respecto al cambio en los hombres y observar no solo las transformaciones, sino también los diversos tipos de resistencias al cambio que pueden surgir.

Reconociendo que se trata de procesos complejos, quizá nos encontremos ante una posible renovación de los sistemas de poder generizados. La dominación machista, más que una figura en retirada, es una fuerza social e ideológica en plena lucha por la adaptación de su hegemonía frente al empuje del feminismo.

La pregunta es si se puede acabar con la desigualdad sin terminar también con la masculinidad y, por lo tanto, si esta debe reformarse, transformarse o abolirse.

Masculinidades y feminismo - Jokin Azpiazu Carballo

$15.500
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Los debates en torno a la masculinidad y a la creación de grupos de hombres han carecido hasta ahora de una revisión crítica sobre su verdadero alcance transformador. En Masculinidades y feminismo, se cuestiona la noción, a priori positiva, de esas nuevas masculinidades, por lo general, compuestas por adultos heterosexuales, de clase media blanca y con núcleos familiares heteronormativos. En ellas, a menudo se excluye a las masculinidades homosexuales, afeminadas, trans*, menores o adolescentes, migrantes, personas mayores o mujeres masculinas.

En la práctica, nos encontramos ante grupos autorreferenciales que enfatizan cada vez más la propia identidad masculina, en lugar de ahondar en las relaciones de poder o dialogar con el feminismo. Esto demuestra que el hombre sigue mirándose y viéndose como principio y fin, superhéroe en el campo de la lucha por la igualdad. Así mismo, la ficción de esa nueva masculinidad —igual que la vieja— distrae de la comprensión del desarrollo histórico de la dominación patriarcal y desvía el discurso hacia una difusa división generacional.

Una mirada más rigurosa y pausada nos permite relativizar el optimismo respecto al cambio en los hombres y observar no solo las transformaciones, sino también los diversos tipos de resistencias al cambio que pueden surgir.

Reconociendo que se trata de procesos complejos, quizá nos encontremos ante una posible renovación de los sistemas de poder generizados. La dominación machista, más que una figura en retirada, es una fuerza social e ideológica en plena lucha por la adaptación de su hegemonía frente al empuje del feminismo.

La pregunta es si se puede acabar con la desigualdad sin terminar también con la masculinidad y, por lo tanto, si esta debe reformarse, transformarse o abolirse.