La Tana y Rulo son pareja. La pandemia transforma la convivencia en encierro, obligados a mirarse, para bien o para mal, muy de cerca. Este es el punto de partida para conocer los ires y venires del vínculo. Devenires felices y tensos, clásicos y nuevos: malhumor, videollamadas, accidentes, grupos de Whatsapp, sueños, cansancio, incomunicación, insomnio, googlear problemas de salud.
Una mirada leve que se posa sobre las sutilezas y se revuelve con los pequeños movimientos o los sacudones, como el polvo que se amontona en los rincones de la rutina. Como la visión infantil, que parece ingenua pero es atenta y terrible. Las autoras, lejos de cualquier solemnidad, consiguen una combinación original: relatos que nos hacen ver y dibujos que nos hacen pensar. En todo caso, lo sorprendente no está tan lejos como parece.
Fernando Catz

En 2019, o tal vez antes –nadie sabe a ciencia cierta el origen–, se gestó un virus que cambiaría la geografía y la historia del planeta Tierra y sus habitantes.

Durante 2020, con el advenimiento de la pandemia, la humanidad intentó sobrevivir y preservar no solo su salud física sino, también, sobre todo en muchos casos, la mental.

Entre los recursos más destacados para llevarlo a cabo, estuvieron la cocina y los talleres. Y de estos, los literarios sumaron gran cantidad de adeptos. Valeria Wald fue una de ellos. Ya la falta de tiempo no era una excusa para no escribir. Dos talleres y un grupo de Facebook quebraron el dique. Después de eso nunca más dejó de hacerlo.

La Tana y el Rulo, en distintas historias, nacen ahí para, más temprano que tarde, sumados a las poesías, trenzarse para cruzar sus caminos. Luego llegaron los dibujos de María Paula Ratti, vecina y amiga de Wald, que potenciaron más sus rasgos, sus personalidades y su vínculo.

Más que nunca vivos - Valeria Wald y María Paula Ratti

$10.500
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La Tana y Rulo son pareja. La pandemia transforma la convivencia en encierro, obligados a mirarse, para bien o para mal, muy de cerca. Este es el punto de partida para conocer los ires y venires del vínculo. Devenires felices y tensos, clásicos y nuevos: malhumor, videollamadas, accidentes, grupos de Whatsapp, sueños, cansancio, incomunicación, insomnio, googlear problemas de salud.
Una mirada leve que se posa sobre las sutilezas y se revuelve con los pequeños movimientos o los sacudones, como el polvo que se amontona en los rincones de la rutina. Como la visión infantil, que parece ingenua pero es atenta y terrible. Las autoras, lejos de cualquier solemnidad, consiguen una combinación original: relatos que nos hacen ver y dibujos que nos hacen pensar. En todo caso, lo sorprendente no está tan lejos como parece.
Fernando Catz

En 2019, o tal vez antes –nadie sabe a ciencia cierta el origen–, se gestó un virus que cambiaría la geografía y la historia del planeta Tierra y sus habitantes.

Durante 2020, con el advenimiento de la pandemia, la humanidad intentó sobrevivir y preservar no solo su salud física sino, también, sobre todo en muchos casos, la mental.

Entre los recursos más destacados para llevarlo a cabo, estuvieron la cocina y los talleres. Y de estos, los literarios sumaron gran cantidad de adeptos. Valeria Wald fue una de ellos. Ya la falta de tiempo no era una excusa para no escribir. Dos talleres y un grupo de Facebook quebraron el dique. Después de eso nunca más dejó de hacerlo.

La Tana y el Rulo, en distintas historias, nacen ahí para, más temprano que tarde, sumados a las poesías, trenzarse para cruzar sus caminos. Luego llegaron los dibujos de María Paula Ratti, vecina y amiga de Wald, que potenciaron más sus rasgos, sus personalidades y su vínculo.