Sería equívoco hablar de olvido. Supondría una digestión, algo que estuvo en algún momento en la punta de la lengua y que el organismo tragó, volvió propio y dejó ir. Hablar de olvido sería plantear la existencia de otro lugar anterior, un espacio para la memoria trabajosa. O puede ser un traspapelado del recuerdo, algo perdido en el rugido gigante de la vorágine.

No sería correcto hablar de olvido. Para olvidar hay que haber conocido lo que se dejó ir, lo que el cerebro decidió soltar. Y los poemas seleccionados y comentados por Francisco Álvez Francese en el libro Los restos del naufragio, proyecto que apareció por primera vez en la revista online Sotobosque y que fue editado este año por Pez en el Hielo, responden a otra cosa. Juegan en un espacio diferente de la memoria. Son más bien el sedimento de algo más, algo que palpita detrás de la conciencia. Son los fantasmas llamando a lo lejos, o la silueta recortada por la niebla de una palabra que nunca pudimos terminar de entender, pero que vuelve, que siempre estuvo ahí, presente detrás de algún vidrio empañado, lindando con lo sobrenatural. Se ubican en el espacio intermedio entre la conciencia activa y una cierta inconsciencia experimental y violenta.

Pero no son poemas violentos. Son poemas fantasma. Fantasmas en cuanto espectros, algo que pulsa desde otro lado. La sensación de estar en el medio de un sueño, donde alguien llama o alguien es llamado, y ninguno de los dos da respuesta.

/ Isabel Retamoso en Brecha

Los restos del naufragio - Francisco Álvez Francese

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Sería equívoco hablar de olvido. Supondría una digestión, algo que estuvo en algún momento en la punta de la lengua y que el organismo tragó, volvió propio y dejó ir. Hablar de olvido sería plantear la existencia de otro lugar anterior, un espacio para la memoria trabajosa. O puede ser un traspapelado del recuerdo, algo perdido en el rugido gigante de la vorágine.

No sería correcto hablar de olvido. Para olvidar hay que haber conocido lo que se dejó ir, lo que el cerebro decidió soltar. Y los poemas seleccionados y comentados por Francisco Álvez Francese en el libro Los restos del naufragio, proyecto que apareció por primera vez en la revista online Sotobosque y que fue editado este año por Pez en el Hielo, responden a otra cosa. Juegan en un espacio diferente de la memoria. Son más bien el sedimento de algo más, algo que palpita detrás de la conciencia. Son los fantasmas llamando a lo lejos, o la silueta recortada por la niebla de una palabra que nunca pudimos terminar de entender, pero que vuelve, que siempre estuvo ahí, presente detrás de algún vidrio empañado, lindando con lo sobrenatural. Se ubican en el espacio intermedio entre la conciencia activa y una cierta inconsciencia experimental y violenta.

Pero no son poemas violentos. Son poemas fantasma. Fantasmas en cuanto espectros, algo que pulsa desde otro lado. La sensación de estar en el medio de un sueño, donde alguien llama o alguien es llamado, y ninguno de los dos da respuesta.

/ Isabel Retamoso en Brecha