En la literatura, pero especialmente en la poesía, siempre está pasando algo más. Las palabras son como los colmillos de una serpiente que arrastra las imágenes conocidas junto a una carga de sentido que solo el lector o la lectora puede identificar. Esta percepción del algo más puede invitar al juego si esa carga se deshace de la solemnidad. Así, los colmillos se clavan de manera transformadora en, a los Sontag, la piel áspera de la realidad. 

La escritura de Elise Gabbert resulta engañosa. a simple vista, parece de materiales livianos, una fotogradía de una maqueta sobre la evolución de un vínculo amoros. Sin embargo, ese trabajo, el de captar lo abstracto al vuelo, el volverlo concreto, se lo dejamos, justamente, a la fotografía. 

Acá los versos fluyen, se deslizan sobre hielo conociendo el peso de las palabra sy sabiendo que abajo hay algo tan fráfil como hielo.7

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Gabbert propone un juego de espejos entre su estudio sobre un personaje, Judy, de una obra de teatro (The Designated mourner) como disparador para una serie de poemas que hablan, de alguna manera, del fin del amor, pero todo de la necesidad de volver sobre el pasado para descubrir las señales de la incomodad, es decir, de lo no dicho. Y es que Gabbert se dedicó durante años a ensayar la obra, a interiorizarse sobre la caracterización de Judy y resolver que esta era superficial. Es ahí donde judy empieza a convertirse en poesía; y la autora lo transmite de manera tan natural y aparentemente sencilla que no es necesaria la obra de teatro para pensar los poemas, y la frontera entre las voces de Judy y Elisa se vuelve difusa para prestarnos esa neuva voz poética a todxs los que la leemos. 

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JOSEFINA BIANCHI (2021)