“Más me hubiese arrepentido de no haberme detenido a amar. Porque lo maravilloso del amor no es la gloria íntima de los amantes, sino las bondades que siembra cuando quienes aman vuelven a habitar el mundo que respira detrás de las paredes que les guardan el secreto de la desnudez. El amor nos hace mejores personas, piba, me aseguró. Porque el amor será las flores del patio, pero también la membrana líquida de los techos rotos”.

Comprendí demasiado tarde que, muchas veces, lo que no te pasa, te atraviesa. Salir al mundo es encontrarse cara a cara con el aspecto más cruel del amor ausente, pero insisto en que esta ausencia nada tiene que ver con el espacio, sino más bien con los calendarios: no hay desamor, solo amor a destiempo. Los hechos aquí narrados, que para la disidencia resultarán poco más que un anecdotario de los ritos de la brusquedad, pueden convertirse en la puerta a lo inverosímil para quienes ignoran el dolor al que debe enfrentarse el amor marginal para poder existir. Y a esta altura ya no importan los motivos de esa ignorancia, lo cierto es que esta es una historia sobre amores urgentes, esos que precisan quienes ya nada tienen y, a lo mejor también, una última chance para espiar más allá de los muros que separan lo correcto de lo real. Ningún libro llega por casualidad. La revolución estará en romper la propia cáscara, deshacerse del tegumento y germinar en la hostilidad del paisaje. Amar, al fin de cuentas, es aprender a morir.

Los amores urgentes - Juan Solá

$32.000
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“Más me hubiese arrepentido de no haberme detenido a amar. Porque lo maravilloso del amor no es la gloria íntima de los amantes, sino las bondades que siembra cuando quienes aman vuelven a habitar el mundo que respira detrás de las paredes que les guardan el secreto de la desnudez. El amor nos hace mejores personas, piba, me aseguró. Porque el amor será las flores del patio, pero también la membrana líquida de los techos rotos”.

Comprendí demasiado tarde que, muchas veces, lo que no te pasa, te atraviesa. Salir al mundo es encontrarse cara a cara con el aspecto más cruel del amor ausente, pero insisto en que esta ausencia nada tiene que ver con el espacio, sino más bien con los calendarios: no hay desamor, solo amor a destiempo. Los hechos aquí narrados, que para la disidencia resultarán poco más que un anecdotario de los ritos de la brusquedad, pueden convertirse en la puerta a lo inverosímil para quienes ignoran el dolor al que debe enfrentarse el amor marginal para poder existir. Y a esta altura ya no importan los motivos de esa ignorancia, lo cierto es que esta es una historia sobre amores urgentes, esos que precisan quienes ya nada tienen y, a lo mejor también, una última chance para espiar más allá de los muros que separan lo correcto de lo real. Ningún libro llega por casualidad. La revolución estará en romper la propia cáscara, deshacerse del tegumento y germinar en la hostilidad del paisaje. Amar, al fin de cuentas, es aprender a morir.