Una poesía para el desierto argentino del siglo 21 y del año 21: descomponer por dentro el mito político del que estamos hechos en las últimas décadas, sus palabras y sus cosas. No con la sacralidad de quien nunca estuvo y se santifica en el óleo sagrado, sino en ese desde adentro cuya misión, podrá decirse, es preservar el instrumento poético para que haya una lengua capaz de nombrar lo innombrado, lo que no conviene, las cuentas incómodas que guarda la sociedad.
Contra una “política” que siempre se impone autocelebratoria en el cumplimiento de su imperativo mistificador, este libro se aloja en una
ranchada sarmientina: despotricar, despotricar contra propios y ajenos. La pluma, no como espada, como puñal.
Martín Rodríguez

 

Aun con hambre discreta y sed,
retirado en una casa de campo
la mirada perdida, blanca,
los músculos lasos,
yace.
No hay, en los alrededores,
rumor de motores de autos:
no hay visitas.
El desmesurado contraste
entre su figura, aun desfalleciente,
y las de los que fueron
sus discípulos o rivales
desanima al viaje
y revela, en su reverso,
el deseo de todos los que no van:
que se muera de una vez.
Unos, para sacárselo de encima
honrándolo en nombres de avenidas
hospitales, aeropuertos,
cátedras, plazas de pueblo,
calles perdidas en el arrabal.
Los otros
los que se imaginaron mejores o predestinados
para enterrar junto con su cuerpo
la furia y la desazón por las derrotas sufridas.
Un hombre común
vestido con ropa que parecía comprada en un outlet
y peinado a la cachetada
que supo, en un nanosegundo de la historia,
ver lo que nadie veía
e interpretar lo que otros veían por él.

Lo que no debió pasar y pasó - Martín Prieto

$12.900
Lo que no debió pasar y pasó - Martín Prieto $12.900

Una poesía para el desierto argentino del siglo 21 y del año 21: descomponer por dentro el mito político del que estamos hechos en las últimas décadas, sus palabras y sus cosas. No con la sacralidad de quien nunca estuvo y se santifica en el óleo sagrado, sino en ese desde adentro cuya misión, podrá decirse, es preservar el instrumento poético para que haya una lengua capaz de nombrar lo innombrado, lo que no conviene, las cuentas incómodas que guarda la sociedad.
Contra una “política” que siempre se impone autocelebratoria en el cumplimiento de su imperativo mistificador, este libro se aloja en una
ranchada sarmientina: despotricar, despotricar contra propios y ajenos. La pluma, no como espada, como puñal.
Martín Rodríguez

 

Aun con hambre discreta y sed,
retirado en una casa de campo
la mirada perdida, blanca,
los músculos lasos,
yace.
No hay, en los alrededores,
rumor de motores de autos:
no hay visitas.
El desmesurado contraste
entre su figura, aun desfalleciente,
y las de los que fueron
sus discípulos o rivales
desanima al viaje
y revela, en su reverso,
el deseo de todos los que no van:
que se muera de una vez.
Unos, para sacárselo de encima
honrándolo en nombres de avenidas
hospitales, aeropuertos,
cátedras, plazas de pueblo,
calles perdidas en el arrabal.
Los otros
los que se imaginaron mejores o predestinados
para enterrar junto con su cuerpo
la furia y la desazón por las derrotas sufridas.
Un hombre común
vestido con ropa que parecía comprada en un outlet
y peinado a la cachetada
que supo, en un nanosegundo de la historia,
ver lo que nadie veía
e interpretar lo que otros veían por él.