Disolvente, corrosiva: así es la sustancia con la que este libro se propone deshacer los constructos del sistema cultural del que la literatura es parte, alegando desde ya contra el recorte sectorial que la relega a un subcircuito del espacio público cuando lo que se merecen la ficción y el goce de la letra es diseminarse por toda la comunidad como potencia imaginativa. El pulso transfeminista de Mónica Ríos parte vertiendo sus ácidos contra el dispositivo patriarcal que regula binariamente (masculino / femenino) el uso de los cuerpos normando sus propiedades y atribuciones para optar, a cambio, por identidades y géneros de bordes difusos que experimentan en sus devenires con la libre interpretación. Látigo versus luma juega con las desubicaciones, invitando -también al feminismo- a dejar que lo imprevisto rompa con el encasillamiento académico e institucional de la diferencia.


Este ensayo (desinhibido, lúdico, fabulador, gozoso, perverso) se desliza en los bordes de post-autonomía de lo literario ahí donde las categorías de autor, obra, estilo, firma se han relativizado debido a la erosión de las fronteras que antes remarcaban la especificidad de un quehacer auratizado por selectivos criterios de autoridad. Tomando en cuenta las mixturas entre lo político, lo económico y lo cultural. M. Ríos resitúa lo literario en el vasto ámbito de todo lo que desborda la textualidad de la página: la industria del libro, las máquinas editoriales, las redes de difusión mediáticas, los etiquetajes de la crítica, etcétera. Resulta estratégico el modo en que trata la cuestión del “valor” en este mundo promiscuo de desvalorización estética de la literatura y de sobrevalorización de un mercado cultural basado en competencias y transacciones cuyos pactos masculinos desfavorecen especialmente a las ya precarizadas trabajadoras de las letras. Asumiendo el hipercapitalismo neoliberal como un teatro de operaciones, M. Ríos fantasea con la pose de dominatrix (“blandir el látigo”) para corregir su viciada economía política de los signos y la uniformidad serial de sus cadenas de equivalencia, exaltando -como revés intensivo- la prodigiosa capacidad que tiene la literatura de inventar mundos de experiencias singulares que se expandan sin límites ni ataduras.

Látigo versus luma - Mónica-Ramón Ríos

$19.000
Látigo versus luma - Mónica-Ramón Ríos $19.000

Disolvente, corrosiva: así es la sustancia con la que este libro se propone deshacer los constructos del sistema cultural del que la literatura es parte, alegando desde ya contra el recorte sectorial que la relega a un subcircuito del espacio público cuando lo que se merecen la ficción y el goce de la letra es diseminarse por toda la comunidad como potencia imaginativa. El pulso transfeminista de Mónica Ríos parte vertiendo sus ácidos contra el dispositivo patriarcal que regula binariamente (masculino / femenino) el uso de los cuerpos normando sus propiedades y atribuciones para optar, a cambio, por identidades y géneros de bordes difusos que experimentan en sus devenires con la libre interpretación. Látigo versus luma juega con las desubicaciones, invitando -también al feminismo- a dejar que lo imprevisto rompa con el encasillamiento académico e institucional de la diferencia.


Este ensayo (desinhibido, lúdico, fabulador, gozoso, perverso) se desliza en los bordes de post-autonomía de lo literario ahí donde las categorías de autor, obra, estilo, firma se han relativizado debido a la erosión de las fronteras que antes remarcaban la especificidad de un quehacer auratizado por selectivos criterios de autoridad. Tomando en cuenta las mixturas entre lo político, lo económico y lo cultural. M. Ríos resitúa lo literario en el vasto ámbito de todo lo que desborda la textualidad de la página: la industria del libro, las máquinas editoriales, las redes de difusión mediáticas, los etiquetajes de la crítica, etcétera. Resulta estratégico el modo en que trata la cuestión del “valor” en este mundo promiscuo de desvalorización estética de la literatura y de sobrevalorización de un mercado cultural basado en competencias y transacciones cuyos pactos masculinos desfavorecen especialmente a las ya precarizadas trabajadoras de las letras. Asumiendo el hipercapitalismo neoliberal como un teatro de operaciones, M. Ríos fantasea con la pose de dominatrix (“blandir el látigo”) para corregir su viciada economía política de los signos y la uniformidad serial de sus cadenas de equivalencia, exaltando -como revés intensivo- la prodigiosa capacidad que tiene la literatura de inventar mundos de experiencias singulares que se expandan sin límites ni ataduras.