Desde el primer relato, las palabras de Margarita Fernández nos capturan y nos conmueven. Celebro la placidez con que la autora se instala en su universo narrativo y el dominio de una atmósfera propia, que logra transformar un episodio mínimo en un cuerpo estallado.
Son historias de una belleza perturbadora, como pesadillas que hacen del mundo un lugar cruel, hostil pero al mismo tiempo iluminado. Mitaí, curepí, locote, cuñataí ñañá, huarache. Lo periférico, lo extranjero de una lengua que nos envuelve y arropa.
Leemos: “Entre las cuatro paredes negamos esas palabras y hablamos otro idioma. Recuerdo las anécdotas de un tiempo todavía anterior, en que no se hablaba guaraní, pero con las muchachas sí, y el guaraní se oía, se sentía aunque en la casa no; y ahí, a distancia ya de esa casa se transformaba para ellas en un lenguaje secreto, lenguaje de contar y expresar enojos, emociones, sorpresas mientras yo me quedo afuera, curiosa, preguntándome, pero cómo no era que no.”
Cómo que sí. Con la mirada suspendida entre dos orillas, Margarita Fernández tiende un puente invisible y nos regala este libro conmovedor, tan preciso y precioso. 

María Inés Krimer

 

Las muchachas hablaban guaraní - Margarita Fernández

$9.000
Las muchachas hablaban guaraní - Margarita Fernández $9.000

Desde el primer relato, las palabras de Margarita Fernández nos capturan y nos conmueven. Celebro la placidez con que la autora se instala en su universo narrativo y el dominio de una atmósfera propia, que logra transformar un episodio mínimo en un cuerpo estallado.
Son historias de una belleza perturbadora, como pesadillas que hacen del mundo un lugar cruel, hostil pero al mismo tiempo iluminado. Mitaí, curepí, locote, cuñataí ñañá, huarache. Lo periférico, lo extranjero de una lengua que nos envuelve y arropa.
Leemos: “Entre las cuatro paredes negamos esas palabras y hablamos otro idioma. Recuerdo las anécdotas de un tiempo todavía anterior, en que no se hablaba guaraní, pero con las muchachas sí, y el guaraní se oía, se sentía aunque en la casa no; y ahí, a distancia ya de esa casa se transformaba para ellas en un lenguaje secreto, lenguaje de contar y expresar enojos, emociones, sorpresas mientras yo me quedo afuera, curiosa, preguntándome, pero cómo no era que no.”
Cómo que sí. Con la mirada suspendida entre dos orillas, Margarita Fernández tiende un puente invisible y nos regala este libro conmovedor, tan preciso y precioso. 

María Inés Krimer