Llegaron las quemaduras de cigarro, en las tetas, las nalgas, los brazos, las perforaciones con agujas (en los pezones erectos te saca lágrimas), hasta que llegás a un punto donde rompés una botella y con esa punta gruesa de vidrio roto te llenás de tajos que luego no cosés y estás toda llena de cicatrices feas, de fantasmas. 
Valentina Artaud escribe textos volátiles, micro canciones urbanas inspiradas en sus faros musicales y literarios (Nick Cave, Baudelaire, Sade y tantos más que circulan en sus poemas) con una expresión metafísica tan radical y profana que, al leerla, brotan en nuestras manos las cicatrices de nuevas flores del mal pero, esta vez, más afiladas, más dulces, más venenosas. Sus poemas recuperan una función ritual del sexo censurada (sobre todo en Internet, el espacio más habitado de la vida moderna), haciendo fluir nuevamente en los libros espacios peligrosos, con poder de shock. 
En Las dulces manos del caballero se juega una definición de un estilo literario posporno, una política de la escritura que busca desarticular la sexualidad y el género para correrlos de cualquier categoría de Pornhub u otra plataforma porno–amiga. Para que, en definitiva, lo verdaderamente sexual estalle más allá de la pantalla y cace puritanos en el ciberespacio. 
En este, su primer libro, Artaud escribe para posponernos, para leernos en un papel políticamente incorrecto, para hacer real su mirada disparada justo al centro de la vida misma.

Las dulces manos del caballeros - Valentina Artaud

$18.000
Las dulces manos del caballeros - Valentina Artaud $18.000

Llegaron las quemaduras de cigarro, en las tetas, las nalgas, los brazos, las perforaciones con agujas (en los pezones erectos te saca lágrimas), hasta que llegás a un punto donde rompés una botella y con esa punta gruesa de vidrio roto te llenás de tajos que luego no cosés y estás toda llena de cicatrices feas, de fantasmas. 
Valentina Artaud escribe textos volátiles, micro canciones urbanas inspiradas en sus faros musicales y literarios (Nick Cave, Baudelaire, Sade y tantos más que circulan en sus poemas) con una expresión metafísica tan radical y profana que, al leerla, brotan en nuestras manos las cicatrices de nuevas flores del mal pero, esta vez, más afiladas, más dulces, más venenosas. Sus poemas recuperan una función ritual del sexo censurada (sobre todo en Internet, el espacio más habitado de la vida moderna), haciendo fluir nuevamente en los libros espacios peligrosos, con poder de shock. 
En Las dulces manos del caballero se juega una definición de un estilo literario posporno, una política de la escritura que busca desarticular la sexualidad y el género para correrlos de cualquier categoría de Pornhub u otra plataforma porno–amiga. Para que, en definitiva, lo verdaderamente sexual estalle más allá de la pantalla y cace puritanos en el ciberespacio. 
En este, su primer libro, Artaud escribe para posponernos, para leernos en un papel políticamente incorrecto, para hacer real su mirada disparada justo al centro de la vida misma.