Un escritor norteamericano que desayunaba de la botella mientras firmaba pequeñas obras maestras del todavía llamado “género policial” legó, para quienes por candor o desesperación, quisieran inmiscuirse en los siempre caóticos asuntos de la escritura, un conjunto de postulados que la presente novela de Virginia Caramés, “Las cuerdas de Jacobo”, no desmienten, a saber: “la situación original y el desenlace deben ser verosímiles”, “los personajes, el ambiente y la atmósfera deben ser realistas” y “aparte de los elementos de misterio, la intriga debe ser consistente como historia”, por mencionar sólo tres puntos de ese decálogo demasiado famoso.

El libro recorre cincuenta años de historia y territorios de argentina y de una ciudad próxima, situada en otro país; sus personajes, —incluido el Poeta (mítico, asilado) al que se alude en el título, partícipe involuntario de un delito y de las delicias siempre ominosas que encierra el mercado del arte y del hampa—, hombres y mujeres curtidos, habitantes del conurbano bonaerense,  transcurren los días  en sus serenas vidas suburbiales mientras participan de la comisión de un robo que después de una serie de acciones y desengaños hará aflorar la corrupción, el crimen y la locura. Hay un río (o dos), una ciudad bajo las aguas, un poeta justamente recordado, unos dibujos que implican mucho dinero y como era inevitable, alguien muere al final. Quien leyere ya no podrá felicitarse por la pureza de su mente.

Las cuerdas de Jacobo - Virginia Caramés

$12.000
Las cuerdas de Jacobo - Virginia Caramés $12.000
Un escritor norteamericano que desayunaba de la botella mientras firmaba pequeñas obras maestras del todavía llamado “género policial” legó, para quienes por candor o desesperación, quisieran inmiscuirse en los siempre caóticos asuntos de la escritura, un conjunto de postulados que la presente novela de Virginia Caramés, “Las cuerdas de Jacobo”, no desmienten, a saber: “la situación original y el desenlace deben ser verosímiles”, “los personajes, el ambiente y la atmósfera deben ser realistas” y “aparte de los elementos de misterio, la intriga debe ser consistente como historia”, por mencionar sólo tres puntos de ese decálogo demasiado famoso.

El libro recorre cincuenta años de historia y territorios de argentina y de una ciudad próxima, situada en otro país; sus personajes, —incluido el Poeta (mítico, asilado) al que se alude en el título, partícipe involuntario de un delito y de las delicias siempre ominosas que encierra el mercado del arte y del hampa—, hombres y mujeres curtidos, habitantes del conurbano bonaerense,  transcurren los días  en sus serenas vidas suburbiales mientras participan de la comisión de un robo que después de una serie de acciones y desengaños hará aflorar la corrupción, el crimen y la locura. Hay un río (o dos), una ciudad bajo las aguas, un poeta justamente recordado, unos dibujos que implican mucho dinero y como era inevitable, alguien muere al final. Quien leyere ya no podrá felicitarse por la pureza de su mente.