Con su propia duración y velocidad, cada uno de los ensayos poéticos reunidos en este libro sacuden con la fuerza del ramalazo, de las súbitas ráfagas que obligan a suspender los ojos y encender la piel en la fricción de la tierra volandera. labiar el desierto interroga, entre otras muchas cuestiones, cuánto y qué hay del espacio habitado en las maneras de rozar o embestirnos cuerpo a cuerpo con las palabras, en las lamidas que les damos cuando trastrocamos la ficción de origen. La espuma de la baba y no la congestión del ojo, el poema mallín —el del deseo, la rabia y la ternura— para los tiempos de la sequía.
No se trata de embelesos cuando decimos ‘desierto’ y es que nuestras lenguas y voces eligen no sustraerse de los movimientos y fluidos que las tramas espaciales permean en nuestros órganos dados y en los que nos inventamos. Como si se tratara de una frontería perenne, las prácticas escriturarias de val flores –y también sus performances y talleres– agujerean los muros trazados entre los campos poéticos, teóricos y pedagógicos. Por esas rendijas estamos invitad*s a fugarnos, mínimas, lagartijas, desertar y volver para la trizadura.

Silvia Mellado

labiar el desierto - val flores

$17.000
labiar el desierto - val flores $17.000

Con su propia duración y velocidad, cada uno de los ensayos poéticos reunidos en este libro sacuden con la fuerza del ramalazo, de las súbitas ráfagas que obligan a suspender los ojos y encender la piel en la fricción de la tierra volandera. labiar el desierto interroga, entre otras muchas cuestiones, cuánto y qué hay del espacio habitado en las maneras de rozar o embestirnos cuerpo a cuerpo con las palabras, en las lamidas que les damos cuando trastrocamos la ficción de origen. La espuma de la baba y no la congestión del ojo, el poema mallín —el del deseo, la rabia y la ternura— para los tiempos de la sequía.
No se trata de embelesos cuando decimos ‘desierto’ y es que nuestras lenguas y voces eligen no sustraerse de los movimientos y fluidos que las tramas espaciales permean en nuestros órganos dados y en los que nos inventamos. Como si se tratara de una frontería perenne, las prácticas escriturarias de val flores –y también sus performances y talleres– agujerean los muros trazados entre los campos poéticos, teóricos y pedagógicos. Por esas rendijas estamos invitad*s a fugarnos, mínimas, lagartijas, desertar y volver para la trizadura.

Silvia Mellado