“Parece suave, es áspera”: suena a una clase de chica que interesa conocer, y también es una frase que resume algo de la poesía de Flavia Calise. En la violencia de una estatua, reconstruye con versos quebrados el duro ejercicio de crecer en el mundo entre una madre que tiene un novio que patea puertas, chicos que parecen un pez muerto en una playa, que duran menos que el entusiasmo, que buscan chicas discretas, un gobierno “que me sacó plata y calentura”, moretones, promesas rotas, palabras que se repiten como “fracaso”, “no tengo guita”. Coraza, crocante, espanto, furia, cuchillo. Arañar, quebrar, un tajo. Alguien que se define provisoriamente como un auto “con la luz rota”

Parece suave; es áspera. Parece linda pero, en esta poesía rebosante de materia, un viaje sensorial entre luz rosa lomo de flamenco, espuma iluminada, color radiante, perfumes, puñales, minas ocultas y cisnes que nadan, se despliega toda la energía destructora de las chicas.

Marina Yuszczuk

 

La violencia de una estatua - Flavia Calise

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“Parece suave, es áspera”: suena a una clase de chica que interesa conocer, y también es una frase que resume algo de la poesía de Flavia Calise. En la violencia de una estatua, reconstruye con versos quebrados el duro ejercicio de crecer en el mundo entre una madre que tiene un novio que patea puertas, chicos que parecen un pez muerto en una playa, que duran menos que el entusiasmo, que buscan chicas discretas, un gobierno “que me sacó plata y calentura”, moretones, promesas rotas, palabras que se repiten como “fracaso”, “no tengo guita”. Coraza, crocante, espanto, furia, cuchillo. Arañar, quebrar, un tajo. Alguien que se define provisoriamente como un auto “con la luz rota”

Parece suave; es áspera. Parece linda pero, en esta poesía rebosante de materia, un viaje sensorial entre luz rosa lomo de flamenco, espuma iluminada, color radiante, perfumes, puñales, minas ocultas y cisnes que nadan, se despliega toda la energía destructora de las chicas.

Marina Yuszczuk