“¿Qué articulación posible existe entre vanguardia política y vanguardia estética, ahí donde el gesto de ruptura más radical del estado de cosas en la sociedad y el gesto de ruptura más radical del estado de cosas en el arte coinciden, de hecho, en la apelación a un mismo término?”

¿Quién resiste y quién se resiste cuando el arte ataca? La vanguardia es vanguardia para entrar en lucha, para confrontar, para combatir. Por eso, el género vanguardista por excelencia es el manifiesto, la declaración de intenciones y principios, que es también declaración de guerra a lo viejo, lo dado, lo existente. Romper con la tradición: eso busca el arte, ponerse en crisis a sí mismo. Hacerse colapsar. 

La vanguardia avanza a paso seguro hacia el futuro, donde se incuba la promesa de lo nuevo, razón última de la existencia toda. “No hay futuro”, responderá la posvanguardia (o punk), habitante del tiempo cultural del reciclaje. Mientras tanto, en la Argentina, Héctor Libertella intuirá con lucidez que “el futuro ya fue”: hay un futuro, pero en el pasado. Entra Ricardo Piglia: “La literatura es la vanguardia de un ejército que retrocede”. El arte ya no ataca, está a la defensiva. A cien años de las vanguardias históricas, Martín Kohan recorre en este ensayo los puntos sobresalientes de la larga marcha de la revolución en el arte y en la vida con prosa ágil y siempre entretenida.

La vanguardia permanente - Martín Kohan

$23.500
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“¿Qué articulación posible existe entre vanguardia política y vanguardia estética, ahí donde el gesto de ruptura más radical del estado de cosas en la sociedad y el gesto de ruptura más radical del estado de cosas en el arte coinciden, de hecho, en la apelación a un mismo término?”

¿Quién resiste y quién se resiste cuando el arte ataca? La vanguardia es vanguardia para entrar en lucha, para confrontar, para combatir. Por eso, el género vanguardista por excelencia es el manifiesto, la declaración de intenciones y principios, que es también declaración de guerra a lo viejo, lo dado, lo existente. Romper con la tradición: eso busca el arte, ponerse en crisis a sí mismo. Hacerse colapsar. 

La vanguardia avanza a paso seguro hacia el futuro, donde se incuba la promesa de lo nuevo, razón última de la existencia toda. “No hay futuro”, responderá la posvanguardia (o punk), habitante del tiempo cultural del reciclaje. Mientras tanto, en la Argentina, Héctor Libertella intuirá con lucidez que “el futuro ya fue”: hay un futuro, pero en el pasado. Entra Ricardo Piglia: “La literatura es la vanguardia de un ejército que retrocede”. El arte ya no ataca, está a la defensiva. A cien años de las vanguardias históricas, Martín Kohan recorre en este ensayo los puntos sobresalientes de la larga marcha de la revolución en el arte y en la vida con prosa ágil y siempre entretenida.