Somos, sin vuelta, una especie en perpetuo peligro de extinción. Solo que esa sempiterna potencialidad se nos ha vuelto, últimamente, de estricta actualidad. La antropología es una disciplina particularmente apta –cuando se atreve– para captar esa fragilidad y ese peligro, puesto que por definición se ocupa del “Otro” (con todas las dificultades, también lo vimos, que encierra esa categoría), y por supuesto siempre es más fácil descubrir fragilidades y peligros a lo lejos que en nuestra propia casa. Pero, ya sabemos: es una “facilidad” engañosa: la idea misma de lo siniestro-familiar en Freud debería ser suficiente para desengañarnos a cada paso. No hace siquiera falta recordar las obvias miserias cotidianas (la “villa” de Retiro en pleno centro de Buenos Aires, la familia entera que vive a la intemperie a diez metros de la puerta de mi edificio en el coqueto barrio de Belgrano) para darse cuenta de que la pretendida “Alteridad”, con todas sus crisis de la presencia y sus culturas de la pobreza, está –como la revolución en Benjamin, y no es poco sarcasmo- a la vuelta de la esquina…

La tentación del desastre - Eduardo Gruner

$13.000
La tentación del desastre - Eduardo Gruner $13.000

Somos, sin vuelta, una especie en perpetuo peligro de extinción. Solo que esa sempiterna potencialidad se nos ha vuelto, últimamente, de estricta actualidad. La antropología es una disciplina particularmente apta –cuando se atreve– para captar esa fragilidad y ese peligro, puesto que por definición se ocupa del “Otro” (con todas las dificultades, también lo vimos, que encierra esa categoría), y por supuesto siempre es más fácil descubrir fragilidades y peligros a lo lejos que en nuestra propia casa. Pero, ya sabemos: es una “facilidad” engañosa: la idea misma de lo siniestro-familiar en Freud debería ser suficiente para desengañarnos a cada paso. No hace siquiera falta recordar las obvias miserias cotidianas (la “villa” de Retiro en pleno centro de Buenos Aires, la familia entera que vive a la intemperie a diez metros de la puerta de mi edificio en el coqueto barrio de Belgrano) para darse cuenta de que la pretendida “Alteridad”, con todas sus crisis de la presencia y sus culturas de la pobreza, está –como la revolución en Benjamin, y no es poco sarcasmo- a la vuelta de la esquina…