Desde los campos de la biología digital y molecular se nos dice que las diferencias entre la vida y la máquina, entre la inteligencia artificial y la inteligencia animal, entre la vida artificial y la vida misma, están al borde de desvanecerse. Los nuevos demiurgos nos hacen soñar con existencias liberadas de todos los límites, incluso de la muerte. Para ellos, ha llegado el momento de prescindir del mundo real y de la vida misma, ya que ahora pueden reducirse a los componentes de un mecanismo.
Detrás de estas promesas de aumento de la vida, en realidad, siempre está el mismo proyecto reaccionario: deshacerse de los cuerpos para, finalmente, alcanzar un modo de vida “post-orgánico” que estaría basado en los datos y en los algoritmos. Sin embargo, al afirmar que “todo es información”, el mundo digital no solo ignora sino que aplasta las singularidades propias del mundo de la vida y de la cultura. Porque, en este vasto proceso de artefactualización, nuestras posibilidades de actuar, pensar, desear y amar son las que se ven socavadas.
Frente a esta amenaza, en La singularidad de lo vivo,  Miguel Benasayag, nos invita a pensar la singularidad radical de los seres vivos y a prever un modo de hibridación entre la técnica y los organismos que no sea una asimilación brutal. Esto implica la producción de un nuevo imaginario, un nuevo paradigma capaz de ayudarnos a estudiar racionalmente lo que, en la complejidad de la vida y la cultura, no es reducible al modelo de computadora dominante.

La singularidad de lo vivo - Miguel Benasayag

$19.500
La singularidad de lo vivo - Miguel Benasayag $19.500

Desde los campos de la biología digital y molecular se nos dice que las diferencias entre la vida y la máquina, entre la inteligencia artificial y la inteligencia animal, entre la vida artificial y la vida misma, están al borde de desvanecerse. Los nuevos demiurgos nos hacen soñar con existencias liberadas de todos los límites, incluso de la muerte. Para ellos, ha llegado el momento de prescindir del mundo real y de la vida misma, ya que ahora pueden reducirse a los componentes de un mecanismo.
Detrás de estas promesas de aumento de la vida, en realidad, siempre está el mismo proyecto reaccionario: deshacerse de los cuerpos para, finalmente, alcanzar un modo de vida “post-orgánico” que estaría basado en los datos y en los algoritmos. Sin embargo, al afirmar que “todo es información”, el mundo digital no solo ignora sino que aplasta las singularidades propias del mundo de la vida y de la cultura. Porque, en este vasto proceso de artefactualización, nuestras posibilidades de actuar, pensar, desear y amar son las que se ven socavadas.
Frente a esta amenaza, en La singularidad de lo vivo,  Miguel Benasayag, nos invita a pensar la singularidad radical de los seres vivos y a prever un modo de hibridación entre la técnica y los organismos que no sea una asimilación brutal. Esto implica la producción de un nuevo imaginario, un nuevo paradigma capaz de ayudarnos a estudiar racionalmente lo que, en la complejidad de la vida y la cultura, no es reducible al modelo de computadora dominante.