“Debajo de los adoquines está la playa”, gritaban los franceses del ’68. Debajo de una frase estólida, propia de televisión vespertina y los suplementos de espectáculos (“El mundo de la noche”), Alejandro Modarelli susurra la belleza y el misterio: La noche del mundo. Al amparo de las sombras augustas de Lemebel o Perlongher pero, también, calentándose en el sol de su propia intemperie, este libro sorprende, excita y enamora. El deseo (su riesgosa peripecia, su melancólica alegría) es ley, condena, liberación y fracaso, todo junto. Y la literatura es… Es pura felicidad. No resisto la tentación de citar una frase célebre (por su autor y por su destinatario): “¿Cómo se puede escribir tan bien?” Literatura y felicidad. Felicidad de escribir la tristeza. Me detengo en “El mantra final de la Marie Roxette”, mi texto favorito. Pero no, me desdigo, no puedo decir que es mi texto “favorito” porque sería injusto con el resto del libro. De todos modos, este texto me sirve como pretexto para compartir con los lectores el corazón de esta locura: las topadoras en la aldea gay, la épica de lo menor, la batalla perdida de antemano, la desolada Resistencia. “El mantra final de Marie Roxette” me sirve como pretexto para darle la palabra a su autor: “Una carne groseramente comprometida”; “Un camino afiebrado con perlas enchastradas de pasión”; “Aquella ruta diaria y sidada de algunos aldeanos hacia los desechos vip de los barrios del norte porteño se volvía en esas noches cartoneras un cortejo fúnebre hacia sus propios féretros”. Todo dicho. Este libro no promete otra cosa que lo infernal de lo posible: estilo, lujo, humillación y peligro. Modarelli no retrocede.

Ricardo Strafacce

Y aquí el costado político de este barroco: la confrontación no sólo con los patrones normativos heterosexuales sino contra los modos en que la loca deviene gay, la disidencia mercancía, la ciudad del riesgo amoroso una cartografía turística custodiada. Urdapilleta y su sagacidad cuando traducía «matrimonio igualitario» por «matrimonio igual de otario». Modarelli desespera: hay que preservar la fuerza rebelde, el clasismo como fuente, la violencia de lo distinto. Contra lo gay funcionarial, lo gay friendly, lo gay norma y galanura.

María Pía López

 

La noche del mundo - Alejandro Modarelli

$34.800
La noche del mundo - Alejandro Modarelli $34.800

“Debajo de los adoquines está la playa”, gritaban los franceses del ’68. Debajo de una frase estólida, propia de televisión vespertina y los suplementos de espectáculos (“El mundo de la noche”), Alejandro Modarelli susurra la belleza y el misterio: La noche del mundo. Al amparo de las sombras augustas de Lemebel o Perlongher pero, también, calentándose en el sol de su propia intemperie, este libro sorprende, excita y enamora. El deseo (su riesgosa peripecia, su melancólica alegría) es ley, condena, liberación y fracaso, todo junto. Y la literatura es… Es pura felicidad. No resisto la tentación de citar una frase célebre (por su autor y por su destinatario): “¿Cómo se puede escribir tan bien?” Literatura y felicidad. Felicidad de escribir la tristeza. Me detengo en “El mantra final de la Marie Roxette”, mi texto favorito. Pero no, me desdigo, no puedo decir que es mi texto “favorito” porque sería injusto con el resto del libro. De todos modos, este texto me sirve como pretexto para compartir con los lectores el corazón de esta locura: las topadoras en la aldea gay, la épica de lo menor, la batalla perdida de antemano, la desolada Resistencia. “El mantra final de Marie Roxette” me sirve como pretexto para darle la palabra a su autor: “Una carne groseramente comprometida”; “Un camino afiebrado con perlas enchastradas de pasión”; “Aquella ruta diaria y sidada de algunos aldeanos hacia los desechos vip de los barrios del norte porteño se volvía en esas noches cartoneras un cortejo fúnebre hacia sus propios féretros”. Todo dicho. Este libro no promete otra cosa que lo infernal de lo posible: estilo, lujo, humillación y peligro. Modarelli no retrocede.

Ricardo Strafacce

Y aquí el costado político de este barroco: la confrontación no sólo con los patrones normativos heterosexuales sino contra los modos en que la loca deviene gay, la disidencia mercancía, la ciudad del riesgo amoroso una cartografía turística custodiada. Urdapilleta y su sagacidad cuando traducía «matrimonio igualitario» por «matrimonio igual de otario». Modarelli desespera: hay que preservar la fuerza rebelde, el clasismo como fuente, la violencia de lo distinto. Contra lo gay funcionarial, lo gay friendly, lo gay norma y galanura.

María Pía López