La tarde del viernes 27 de septiembre de 1974, una niña de ocho años, Ana María Rivarola –Anita–, apareció violada y muerta en la escalera que lleva al campanario de la iglesia San Marcelo, de Don Torcuato. Concurría a la escuela contigua, del mismo nombre, y le había pedido permiso a la maestra para ir al baño. Nunca regresó. El país vivía días agitados, de gran convulsión. Perón había muerto hacía dos meses y su viuda ejercía la Presidencia de la Nación en medio de una violencia política inusitada. Tal vez ese clima de agitación haya contribuido para que el horrendo crimen quedara impune, olvidado casi inmediatamente por quienes debían ocuparse de investigar, hacer justicia y castigar al o los culpables.

La niña del campanario - Sonia Almada

$30.000
La niña del campanario - Sonia Almada $30.000

La tarde del viernes 27 de septiembre de 1974, una niña de ocho años, Ana María Rivarola –Anita–, apareció violada y muerta en la escalera que lleva al campanario de la iglesia San Marcelo, de Don Torcuato. Concurría a la escuela contigua, del mismo nombre, y le había pedido permiso a la maestra para ir al baño. Nunca regresó. El país vivía días agitados, de gran convulsión. Perón había muerto hacía dos meses y su viuda ejercía la Presidencia de la Nación en medio de una violencia política inusitada. Tal vez ese clima de agitación haya contribuido para que el horrendo crimen quedara impune, olvidado casi inmediatamente por quienes debían ocuparse de investigar, hacer justicia y castigar al o los culpables.