Buscaba la boca del hombre con la suya, húmeda de sal.
-¿Tienes frío? -preguntó él.
-No, no Tengo miedo.
-¿A qué?
-A cuando te hayas ido y esto se borre de mi memoria.
Presionó contra él su cuerpo goteante; y Jordán, mojada la ropa, la acogió entre los brazos estrechándola muy fuerte.
-Maldito seas, capitán Mihalis -susurró ella de pronto.
Tardó él un momento en comprender.
-Sí -dijo al fin.
Alzó el rostro para contemplar la bóveda de estrellas, que parecía haber descendido para instalarse en torno a los dos y su abrazo, envolviéndolos hasta el final de los tiempos. Como si estuvieran solos en la última noche del mundo.

 

La isla de la Mujer Dormida - Arturo Pérez-Reverte

$38.999
La isla de la Mujer Dormida - Arturo Pérez-Reverte $38.999

Buscaba la boca del hombre con la suya, húmeda de sal.
-¿Tienes frío? -preguntó él.
-No, no Tengo miedo.
-¿A qué?
-A cuando te hayas ido y esto se borre de mi memoria.
Presionó contra él su cuerpo goteante; y Jordán, mojada la ropa, la acogió entre los brazos estrechándola muy fuerte.
-Maldito seas, capitán Mihalis -susurró ella de pronto.
Tardó él un momento en comprender.
-Sí -dijo al fin.
Alzó el rostro para contemplar la bóveda de estrellas, que parecía haber descendido para instalarse en torno a los dos y su abrazo, envolviéndolos hasta el final de los tiempos. Como si estuvieran solos en la última noche del mundo.