Anatomía de un antihumanismo radical

Con varias obras a sus espaldas, Éric Sadin se revela como uno de los ensayistas europeos más críticos de las formas tecnológicas contemporáneas desde una mirada cuya base es el antiguo humanismo filosófico. Si primero se había abocado al modo en que las nuevas tecnologías fomentaban un asistencialismo personalizado y restrictivo para asir la experiencia (La humanidad aumentada), si luego había trabajado el nexo entre estas supuestas “tecnologías de la libertad” y los idearios libertarios del siglo XX (La silicolonización del mundo), ahora Sadin encara el concepto de “inteligencia artificial” a partir de la historia de las ideas y de una fenomenología de los aparatos para evaluar qué cambios radicales se están dando en el modo de construcción de lo real.

La hipótesis de este libro clave es que la causa (y no la consecuencia) de la pregnancia del fenómeno de la inteligencia artificial es un cambio de estatuto de las tecnologías digitales: de ser prótesis acumulativas e intelectivas –porque permiten el almacenamiento, la indexación y el tráfico veloz de información–, han pasado a ser entidades de las que se espera que enuncien una verdad a partir de la interpretación automatizada de situaciones. Bajo un arco de formas que van de las más amables (sugerencias de compra, de movimientos) a las más coactivas (clasificación e indexación de los humanos para incluirlos/excluirlos de ciertos beneficios y derechos), en áreas relacionadas con la vida social general (la economía) o en otras que rozan la intimidad del individuo (la evaluación médica sobre su propio cuerpo), la inteligencia artificial propone diagnósticos que se suponen superiores a los humanos porque parten del manejo y correlación de datos imposibles de realizar por un individuo. Así, gracias a este poder de enunciar una verdad que los humanos no podemos ver, la tecnología deja de ser protésica para devenir antropomórfica. La autonomía de decisión de los sistemas de inteligencia artificial termina de cerrar el círculo de este cambio radical, enfrentándonos por primera vez con el estadio del tecno-logos de la técnica: no un logos sobre la técnica producido por los humanos sino humanos modelados por una técnica capaz de producir discurso o verdad. En este nuevo régimen, sin réplica posible, se juega la vocación humana primordial de habitar el mundo.

 

La inteligencia artificial o el desafío del siglo - Éric Sadin

$26.500
La inteligencia artificial o el desafío del siglo - Éric Sadin $26.500

Anatomía de un antihumanismo radical

Con varias obras a sus espaldas, Éric Sadin se revela como uno de los ensayistas europeos más críticos de las formas tecnológicas contemporáneas desde una mirada cuya base es el antiguo humanismo filosófico. Si primero se había abocado al modo en que las nuevas tecnologías fomentaban un asistencialismo personalizado y restrictivo para asir la experiencia (La humanidad aumentada), si luego había trabajado el nexo entre estas supuestas “tecnologías de la libertad” y los idearios libertarios del siglo XX (La silicolonización del mundo), ahora Sadin encara el concepto de “inteligencia artificial” a partir de la historia de las ideas y de una fenomenología de los aparatos para evaluar qué cambios radicales se están dando en el modo de construcción de lo real.

La hipótesis de este libro clave es que la causa (y no la consecuencia) de la pregnancia del fenómeno de la inteligencia artificial es un cambio de estatuto de las tecnologías digitales: de ser prótesis acumulativas e intelectivas –porque permiten el almacenamiento, la indexación y el tráfico veloz de información–, han pasado a ser entidades de las que se espera que enuncien una verdad a partir de la interpretación automatizada de situaciones. Bajo un arco de formas que van de las más amables (sugerencias de compra, de movimientos) a las más coactivas (clasificación e indexación de los humanos para incluirlos/excluirlos de ciertos beneficios y derechos), en áreas relacionadas con la vida social general (la economía) o en otras que rozan la intimidad del individuo (la evaluación médica sobre su propio cuerpo), la inteligencia artificial propone diagnósticos que se suponen superiores a los humanos porque parten del manejo y correlación de datos imposibles de realizar por un individuo. Así, gracias a este poder de enunciar una verdad que los humanos no podemos ver, la tecnología deja de ser protésica para devenir antropomórfica. La autonomía de decisión de los sistemas de inteligencia artificial termina de cerrar el círculo de este cambio radical, enfrentándonos por primera vez con el estadio del tecno-logos de la técnica: no un logos sobre la técnica producido por los humanos sino humanos modelados por una técnica capaz de producir discurso o verdad. En este nuevo régimen, sin réplica posible, se juega la vocación humana primordial de habitar el mundo.