La contienda española transcurrió en las dos orillas del Atlántico. La defensa de Madrid, la ofensiva de Teruel, la batalla del Ebro se libraron en España, al tiempo que resonaron en Argentina a través de las múltiples manifestaciones de solidaridad, los actos masivos, los debates públicos, los manifiestos. Ni siquiera faltaron las peleas callejeras.
En la Península Ibérica se dieron en simultáneo, y en contradicción que llegó al enfrentamiento, un gigantesco empeño antifascista y una experiencia revolucionaria que pese a su derrota construyo una épica destinada perdurar.
En los márgenes del Plata, el compromiso con España se articuló con la voluntad de oponerse a gobiernos fraudulentos y autoritarios; al tiempo que se constituía en un medio de ganar la esfera pública para corrientes y agrupaciones sometidas a la censura y condenadas a la clandestinidad.
La muy numerosa colectividad hispánica de Argentina jugó por cierto un papel gravitante; pero fue igual o mayor el de los militantes comunistas, anarquistas y socialistas que pusieron sus mayores empeños en la causa española. A ellos se sumaron muchos miles de personas que, sin identificación política previa, encontraron allí un canal para la acción colectiva, la rebeldía, la gozosa identificación con una causa justa.
Los enfrentamientos al interior del campo republicano repercutieron de este lado del océano. Anarquistas y comunistas ibéricos chocaron en Barcelona en mayo de 1937 y de nuevo unos meses después cuando los segundos decidieron e impusieron la disolución de las comunas aragonesas. Las organizaciones solidarias y las acciones antifascistas se estremecieron aquí al ritmo del rotundo distanciamiento que esos hechos provocaron.
Estos acontecimientos y procesos constituyen la materia de este libro, escrito a ochenta años de una guerra que aún nos habita y nos conmueve.

La Guerra Civil española, Argentina y los argentinos - Daniel Campione

$36.000
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La contienda española transcurrió en las dos orillas del Atlántico. La defensa de Madrid, la ofensiva de Teruel, la batalla del Ebro se libraron en España, al tiempo que resonaron en Argentina a través de las múltiples manifestaciones de solidaridad, los actos masivos, los debates públicos, los manifiestos. Ni siquiera faltaron las peleas callejeras.
En la Península Ibérica se dieron en simultáneo, y en contradicción que llegó al enfrentamiento, un gigantesco empeño antifascista y una experiencia revolucionaria que pese a su derrota construyo una épica destinada perdurar.
En los márgenes del Plata, el compromiso con España se articuló con la voluntad de oponerse a gobiernos fraudulentos y autoritarios; al tiempo que se constituía en un medio de ganar la esfera pública para corrientes y agrupaciones sometidas a la censura y condenadas a la clandestinidad.
La muy numerosa colectividad hispánica de Argentina jugó por cierto un papel gravitante; pero fue igual o mayor el de los militantes comunistas, anarquistas y socialistas que pusieron sus mayores empeños en la causa española. A ellos se sumaron muchos miles de personas que, sin identificación política previa, encontraron allí un canal para la acción colectiva, la rebeldía, la gozosa identificación con una causa justa.
Los enfrentamientos al interior del campo republicano repercutieron de este lado del océano. Anarquistas y comunistas ibéricos chocaron en Barcelona en mayo de 1937 y de nuevo unos meses después cuando los segundos decidieron e impusieron la disolución de las comunas aragonesas. Las organizaciones solidarias y las acciones antifascistas se estremecieron aquí al ritmo del rotundo distanciamiento que esos hechos provocaron.
Estos acontecimientos y procesos constituyen la materia de este libro, escrito a ochenta años de una guerra que aún nos habita y nos conmueve.