“La dimensión —pétalo y espina— de Enrique Santos Discépolo, no tiene parecido. Es una verdad que escapa al cálculo. Casi limita con el accidente. Con lo hermoso de su feísmo. Bueno, hasta la crueldad. Con el ropaje de su desnudez absoluta. Con su pobreza millonaria. Confundiendo la risa con la mueca. En una descarnadura hasta el dominio del hueso. Torturándose. Placer de su dolor impar, encerrado en las llaves del paréntesis de “su talento enorme y su nariz”. Diminuto e inmenso. Inventor de sí mismo. Acertando hasta en el error. Mágico de migas esdrújulas. Convencido de la verdad que dijo un día de lluvia y sin pan: “Yo soy otro”. Fue cuando nos dijo que era él. ¡Así! Con dos manos sin carne para sembrar un credo. Y una voz de clavo. Y un mirar descalzo. Fabulosamente fabuloso. Crédulo como un perro sin nombre y sin amo. Con sed de hambre. Y, además, flaco. Como un flaco". Julián Centeya.

Hermano Discepolín - Julián Centeya

$18.000
Hermano Discepolín - Julián Centeya $18.000

“La dimensión —pétalo y espina— de Enrique Santos Discépolo, no tiene parecido. Es una verdad que escapa al cálculo. Casi limita con el accidente. Con lo hermoso de su feísmo. Bueno, hasta la crueldad. Con el ropaje de su desnudez absoluta. Con su pobreza millonaria. Confundiendo la risa con la mueca. En una descarnadura hasta el dominio del hueso. Torturándose. Placer de su dolor impar, encerrado en las llaves del paréntesis de “su talento enorme y su nariz”. Diminuto e inmenso. Inventor de sí mismo. Acertando hasta en el error. Mágico de migas esdrújulas. Convencido de la verdad que dijo un día de lluvia y sin pan: “Yo soy otro”. Fue cuando nos dijo que era él. ¡Así! Con dos manos sin carne para sembrar un credo. Y una voz de clavo. Y un mirar descalzo. Fabulosamente fabuloso. Crédulo como un perro sin nombre y sin amo. Con sed de hambre. Y, además, flaco. Como un flaco". Julián Centeya.