En épocas pretéritas, envidié el título de este libro de Guillermo Piro. Mostraba su talento elegante de «flâneur» o paseante canchero, que todo lo ha leído, y un poco más. Si se hubiera llamado «Hotel Guillermo», en cambio, ni siquiera lo habría abierto. 

Por la magia del orden de las palabras, sugiere que el hotel es muy grande y de características raras, humorísticas, con fugaces momentos de profundidad que nunca eliminan su materia alada. En otras palabras (perdón por la redundancia), uno piensa en él, pero no exactamente en él mismo, sino en otro: el que escribe. Hay frases, hay microensayos y algunos más largos, hay cuentos enteros, hay toneladas de columnas sorprendentes. Un toque de surrealismo en un cuarto, un matiz de erudición insolente en otro, la respiración volátil y esquiva de la poesía en el tercero. Una mujer enigmática en cualquiera de ellos. 

Creado y estructurado por su propio dueño, con la ayuda de innumerables arquitectos intermedios, aquí ha tenido la jovial generosidad de aumentarle el tamaño. Un acierto pleno, en épocas en que, de pronto, se puede leer tanto. Conviene quedarse en Guillermo Hotel. 

 

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Guillermo Hotel - Guillermo Piro

$16.590
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En épocas pretéritas, envidié el título de este libro de Guillermo Piro. Mostraba su talento elegante de «flâneur» o paseante canchero, que todo lo ha leído, y un poco más. Si se hubiera llamado «Hotel Guillermo», en cambio, ni siquiera lo habría abierto. 

Por la magia del orden de las palabras, sugiere que el hotel es muy grande y de características raras, humorísticas, con fugaces momentos de profundidad que nunca eliminan su materia alada. En otras palabras (perdón por la redundancia), uno piensa en él, pero no exactamente en él mismo, sino en otro: el que escribe. Hay frases, hay microensayos y algunos más largos, hay cuentos enteros, hay toneladas de columnas sorprendentes. Un toque de surrealismo en un cuarto, un matiz de erudición insolente en otro, la respiración volátil y esquiva de la poesía en el tercero. Una mujer enigmática en cualquiera de ellos. 

Creado y estructurado por su propio dueño, con la ayuda de innumerables arquitectos intermedios, aquí ha tenido la jovial generosidad de aumentarle el tamaño. Un acierto pleno, en épocas en que, de pronto, se puede leer tanto. Conviene quedarse en Guillermo Hotel. 

 

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