En Fracasos del Ego se escribe desde el desencanto y la degradación, para que esa tachadura sea reescritura contra la infamia al empuñar otro vocabulario desde una lengua no binaria que siempre está rehaciéndose, aglutinada entre los despojos de un yo herido y las trizas de un espejo que desistió de la copia cultural que nos proponen para contar nuestras vidas abyectas.

Entre los ramalazos del daño y del hastío que despuntan estos versos, los juegos de la infancia son/poderosas metodologías para construir otras lenguas multicolores y periféricas, que orillan la destrucción del orden dicotómico del femenino vs el masculino, esas que se ensayan en estos poemas, a veces con más rabia, otras con frustración, otras con una leve ilusión irradiada en la belleza de las liebres y los guanacos como bichos de un sur vuelto madriguera de las fieras desobedientes (...)