Los poemas de Eso que nadie se quiere perder construyen una experiencia lisérgica y a la vez mitológica de la realidad. Son como arquetipos que se vuelven deformes por la historia reciente y se desarticulan bajo un sentimiento propio de tecnociencia mística. Atravesados por una búsqueda de espiritualidad, uniendo un poco las antinomias entre máquina y naturaleza, tecnología y espíritu, drogas sintéticas y plantas sagradas, nos plantean situaciones sensibles en estos tiempos duros.

Tálata Rodríguez

Galel Maidana escribe sus poemas como suaves transiciones de una épica flashera, hecha de imágenes que mutan en seres, dioses y plantas. Eso que nadie se quiere perder sintoniza telepáticamente con la cordillera espiritual del planeta.

Francisco Garamona

Hace unos cuantos años, con Galel tuvimos la iniciativa de poner un bar juntos, que se llamó Beba. Por supuesto fue un pésimo negocio, pero una experiencia hermosa que queda en nuestro recuerdo y en el de quienes estuvieron ahí. En algunas de esas noches, Galel balbuceaba entre copas las primeras versiones de estos textos, y es muy grato para mí ver que llegaron a conformar un libro luminoso y necesario.

Nicolás Moguilevsky

Eso que nadie se quiere perder - Galel Maidana

$19.800
Eso que nadie se quiere perder - Galel Maidana $19.800

Los poemas de Eso que nadie se quiere perder construyen una experiencia lisérgica y a la vez mitológica de la realidad. Son como arquetipos que se vuelven deformes por la historia reciente y se desarticulan bajo un sentimiento propio de tecnociencia mística. Atravesados por una búsqueda de espiritualidad, uniendo un poco las antinomias entre máquina y naturaleza, tecnología y espíritu, drogas sintéticas y plantas sagradas, nos plantean situaciones sensibles en estos tiempos duros.

Tálata Rodríguez

Galel Maidana escribe sus poemas como suaves transiciones de una épica flashera, hecha de imágenes que mutan en seres, dioses y plantas. Eso que nadie se quiere perder sintoniza telepáticamente con la cordillera espiritual del planeta.

Francisco Garamona

Hace unos cuantos años, con Galel tuvimos la iniciativa de poner un bar juntos, que se llamó Beba. Por supuesto fue un pésimo negocio, pero una experiencia hermosa que queda en nuestro recuerdo y en el de quienes estuvieron ahí. En algunas de esas noches, Galel balbuceaba entre copas las primeras versiones de estos textos, y es muy grato para mí ver que llegaron a conformar un libro luminoso y necesario.

Nicolás Moguilevsky