“Hay una sonrisa en su rostro. Sus ojos cerrados, su boca se agita con un movimiento leve como si estuviera saboreando algo y entonces se entreabre un poco, se deja ver su lengua, un quejido parece querer salir de los labios paspados, que estuvieron amoratados como y por causa de los de Italia que por horas, en el escondrijo predilecto del bosquecillo, estuvieron sobre y bajo los suyos lamiendo, mordiendo, besando, diciendo todo el amor posible mientras sus manos en raptos de descontrol y censura se persiguen de arriba abajo todo carne, hundiéndose poco y torpemente las de niños las yemas desuñadas en busca del placer, del punto sin retorno donde el control es obliterado y la pasión puede empezar a desentorpecerse, al fin, en el momento en que su mano que ya se enseñorea hace tanto debajo de la pollera se prende de la bombacha y tira y se cuela sin ser contenida y las nalgas y el espacio entre ellas y su sudor y vello ahora le pertenecen y mientras en un movimiento circular y supinatorio, amoroso, anhelante va avanzado como puede se encuentra simultáneamente con quejidos inauditos, respiraciones tales que todas las anteriores de aquella y de todas las veces anteriores resultan ahora sólo un tímido esbozo...”

Enzo - Juan Pedro Somodi

$18.800
Enzo - Juan Pedro Somodi $18.800

“Hay una sonrisa en su rostro. Sus ojos cerrados, su boca se agita con un movimiento leve como si estuviera saboreando algo y entonces se entreabre un poco, se deja ver su lengua, un quejido parece querer salir de los labios paspados, que estuvieron amoratados como y por causa de los de Italia que por horas, en el escondrijo predilecto del bosquecillo, estuvieron sobre y bajo los suyos lamiendo, mordiendo, besando, diciendo todo el amor posible mientras sus manos en raptos de descontrol y censura se persiguen de arriba abajo todo carne, hundiéndose poco y torpemente las de niños las yemas desuñadas en busca del placer, del punto sin retorno donde el control es obliterado y la pasión puede empezar a desentorpecerse, al fin, en el momento en que su mano que ya se enseñorea hace tanto debajo de la pollera se prende de la bombacha y tira y se cuela sin ser contenida y las nalgas y el espacio entre ellas y su sudor y vello ahora le pertenecen y mientras en un movimiento circular y supinatorio, amoroso, anhelante va avanzado como puede se encuentra simultáneamente con quejidos inauditos, respiraciones tales que todas las anteriores de aquella y de todas las veces anteriores resultan ahora sólo un tímido esbozo...”