Sólo tiene valor de veracidad en el discurso lo que hace evidente a un sujeto, pero no poseemos ningún instrumento definitivo para atrapar a ese sujeto: este es el signo de la era de la intimidad. Lo subjetivo, la vivencia, la experiencia encarnada en la confesión o el testimonio expresan esa medida común de veracidad que el discurso propone y que sólo puede traducirse, como figura de la interioridad, en lo íntimo, transformado en prueba de una certeza que se basa en la fiabilidad textual de su localización y, al mismo tiempo, de manera contradictoria, en la convicción de su inaccesibilidad existencial. Lo íntimo es el espacio autobiográfico convertido en señal de peligro y, a la vez, de frontera### en lugar de paso y posibilidad de superar o transgredir la oposición entre privado y público. Es un espacio pero también una posición en ese espacio### es el lugar del sujeto moderno –su conquista y su estigma– y al tiempo es algo que permite que esa posición sea necesariamente inestable. Lo íntimo es imaginario como efecto sospechoso del “desconocimiento que el sujeto tiene de sí mismo en el momento en que se decide a asumir y actuar como su yo”. Pero la dimensión imaginaria no es sólo desconocimiento (o punto ciego) sino movimiento de ruptura y, por tanto, poderoso dinamizador. En esta doble vertiente la intimidad constituye también una herramienta para la comprensión de las transformaciones históricas. Hermann Broch iniciaba de ese modo uno de sus textos más personales: “Esto es sólo una autobiografía en la medida en que en ella se cuenta la historia de un problema que, casualmente, tiene mi misma edad: [...] es el problema y el fenómeno de ese gigantesco maquiavelismo que se viene preparando intelectualmente desde hace cincuenta años y cuyas consecuencias apocalípticas vivimos hoy en realidad”. La frase es extraordinariamente reveladora, porque justifica lo autobiográfico en lo histórico, que es, en su caso, la experiencia del colapso del humanismo como doctrina y como aspiración, durante el ascenso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Pero lo es sobre todo porque justifica la necesidad de la escritura autobiográfica en la Historia. Hoy quizá el movimiento sería el contrario: la Historia se validaría a partir de la escritura autobiográfica. Pensar indirectamente –en textos y autores diversos– sobre esa inversión y sus consecuencias es el objetivo de este libro. Nora Catelli

En la era de la intimidad - Nora Catelli

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Sólo tiene valor de veracidad en el discurso lo que hace evidente a un sujeto, pero no poseemos ningún instrumento definitivo para atrapar a ese sujeto: este es el signo de la era de la intimidad. Lo subjetivo, la vivencia, la experiencia encarnada en la confesión o el testimonio expresan esa medida común de veracidad que el discurso propone y que sólo puede traducirse, como figura de la interioridad, en lo íntimo, transformado en prueba de una certeza que se basa en la fiabilidad textual de su localización y, al mismo tiempo, de manera contradictoria, en la convicción de su inaccesibilidad existencial. Lo íntimo es el espacio autobiográfico convertido en señal de peligro y, a la vez, de frontera### en lugar de paso y posibilidad de superar o transgredir la oposición entre privado y público. Es un espacio pero también una posición en ese espacio### es el lugar del sujeto moderno –su conquista y su estigma– y al tiempo es algo que permite que esa posición sea necesariamente inestable. Lo íntimo es imaginario como efecto sospechoso del “desconocimiento que el sujeto tiene de sí mismo en el momento en que se decide a asumir y actuar como su yo”. Pero la dimensión imaginaria no es sólo desconocimiento (o punto ciego) sino movimiento de ruptura y, por tanto, poderoso dinamizador. En esta doble vertiente la intimidad constituye también una herramienta para la comprensión de las transformaciones históricas. Hermann Broch iniciaba de ese modo uno de sus textos más personales: “Esto es sólo una autobiografía en la medida en que en ella se cuenta la historia de un problema que, casualmente, tiene mi misma edad: [...] es el problema y el fenómeno de ese gigantesco maquiavelismo que se viene preparando intelectualmente desde hace cincuenta años y cuyas consecuencias apocalípticas vivimos hoy en realidad”. La frase es extraordinariamente reveladora, porque justifica lo autobiográfico en lo histórico, que es, en su caso, la experiencia del colapso del humanismo como doctrina y como aspiración, durante el ascenso del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Pero lo es sobre todo porque justifica la necesidad de la escritura autobiográfica en la Historia. Hoy quizá el movimiento sería el contrario: la Historia se validaría a partir de la escritura autobiográfica. Pensar indirectamente –en textos y autores diversos– sobre esa inversión y sus consecuencias es el objetivo de este libro. Nora Catelli