Colección Poesía y Ficción Latinoamericana ? 96 páginas ? 14 x 21 cm.»…con puntadas, con hilvanes, hilos y briznas de sentido progresa este llamamiento que es el poema El sexo de las piedras. Todas las imágenes de la noche, del silencio, de la muerte real y de la pequeña muerte, el osario del sueño y el íncubo de los centros de reclusión y martirio parecen querer erguirse. Parecen, digo, y ese parecer es como la insinuación de un brote, de un crecimiento, de un acercamiento forzoso al goce de otras vidas: entre las palabras, entre las alucinaciones de cada noche, entre las pesadillas del infans sobreviviente (“…me encontraron debajo de una cama en la casa de donde se llevaron a mi madre” –le oí decir al autor de este libro). A mi juicio, esas líneas que conforman un abigarrado poema autónomo y final, tienen el arte de la timopeia, es decir, de la emoción: sólo la emoción puede reanimar el recuerdo –memoria en ese sentido; pura memoria, arte de atraer hacia sí una rememoración que parece querer extraviarse o borrarse para buscar y hallar el verbo que se evade; ir en busca del sentido desaparecido».Arturo Carrera
 

El sexo de las piedras - Fernando Araldi Oesterheld

$19.800
El sexo de las piedras - Fernando Araldi Oesterheld $19.800
Colección Poesía y Ficción Latinoamericana ? 96 páginas ? 14 x 21 cm.»…con puntadas, con hilvanes, hilos y briznas de sentido progresa este llamamiento que es el poema El sexo de las piedras. Todas las imágenes de la noche, del silencio, de la muerte real y de la pequeña muerte, el osario del sueño y el íncubo de los centros de reclusión y martirio parecen querer erguirse. Parecen, digo, y ese parecer es como la insinuación de un brote, de un crecimiento, de un acercamiento forzoso al goce de otras vidas: entre las palabras, entre las alucinaciones de cada noche, entre las pesadillas del infans sobreviviente (“…me encontraron debajo de una cama en la casa de donde se llevaron a mi madre” –le oí decir al autor de este libro). A mi juicio, esas líneas que conforman un abigarrado poema autónomo y final, tienen el arte de la timopeia, es decir, de la emoción: sólo la emoción puede reanimar el recuerdo –memoria en ese sentido; pura memoria, arte de atraer hacia sí una rememoración que parece querer extraviarse o borrarse para buscar y hallar el verbo que se evade; ir en busca del sentido desaparecido».Arturo Carrera