¿Negándome a dejar que esas aprensiones vagas me dominaran; recordé las instrucciones de Noyes y empujé la puerta blanca; con seis paneles de vidrio y picaporte de bronce; que había a mi izquierda. La habitación estaba oscurecida; como me había dicho y; cuando entré; noté que allí el olor extraño era más intenso. De igual modo; percibí un débil y casi imaginario ritmo o vibración en el aire. Por un momento; las cortinas cerradas no me permitieron ver demasiado; pero después un apenado carraspeo o susurro dirigió mi atención hacia una gran poltrona situada en el rincón más alejado y oscuro de la habitación. En medio de estas profundas sombras vi el borrón blanco del rostro y las manos de un hombre y; de inmediato; me acerqué para saludar a la figura que había intentado hablar. A pesar de que la luz era muy tenue; percibí que ese era; sin duda; mi anfitrión. Había examinado muchas veces la fotografía y era imposible no reconocer ese rostro firme y curtido con la barba recortada y canosa.

Pero mientras lo observaba y lo reconocía; sentí una mezcla de tristeza y angustia; porque; sin duda; ese rostro era el de un hombre muy enfermo. Intuí que debía haber algo más que asma detrás de esa expresión tensa; rígida e inmóvil y de esa mirada fija y vidriosa; y me di cuenta de cuánto debió haberlo afectado la terrible presión de esas aterradoras experiencias. ¿No era suficiente para destruir a cualquier ser humano; incluso a un hombre más joven que este intrépido explorador de lo prohibido?

El que susurra en la oscuridad - H. P. Lovecraft

$12.250
El que susurra en la oscuridad - H. P. Lovecraft $12.250

¿Negándome a dejar que esas aprensiones vagas me dominaran; recordé las instrucciones de Noyes y empujé la puerta blanca; con seis paneles de vidrio y picaporte de bronce; que había a mi izquierda. La habitación estaba oscurecida; como me había dicho y; cuando entré; noté que allí el olor extraño era más intenso. De igual modo; percibí un débil y casi imaginario ritmo o vibración en el aire. Por un momento; las cortinas cerradas no me permitieron ver demasiado; pero después un apenado carraspeo o susurro dirigió mi atención hacia una gran poltrona situada en el rincón más alejado y oscuro de la habitación. En medio de estas profundas sombras vi el borrón blanco del rostro y las manos de un hombre y; de inmediato; me acerqué para saludar a la figura que había intentado hablar. A pesar de que la luz era muy tenue; percibí que ese era; sin duda; mi anfitrión. Había examinado muchas veces la fotografía y era imposible no reconocer ese rostro firme y curtido con la barba recortada y canosa.

Pero mientras lo observaba y lo reconocía; sentí una mezcla de tristeza y angustia; porque; sin duda; ese rostro era el de un hombre muy enfermo. Intuí que debía haber algo más que asma detrás de esa expresión tensa; rígida e inmóvil y de esa mirada fija y vidriosa; y me di cuenta de cuánto debió haberlo afectado la terrible presión de esas aterradoras experiencias. ¿No era suficiente para destruir a cualquier ser humano; incluso a un hombre más joven que este intrépido explorador de lo prohibido?