Con un estilo que condensa el absurdo y ciertos giros de lo coloquial porteño, y por momentos con la dosis justa de ciencia ficción, Fernández enmascara inofensivas tragedias de lo cotidiano en relatos tragicómicos donde la normalidad se descompone y fragmenta para siempre, tanto las circunstancias y personajes de sus relatos como la mirada de quien lee recibiendo la invitación constante a abrirse a las múltiples lecturas necesarias para revelar, como en un clásico proceso fotográfico de laboratorio, la escritura de este autor.