'Señor mío' dijo el señor Otis, siento tener que rogarle que engrase esas cadenas. Para ello, le he traído un frasquito del lubricante Sol Naciente, de Tammany. Dicen que es completamente eficaz con la primera aplicación, y hay varios testimonios de ello en el prospecto, suscritos por nuestras más eminentes divinidades. Se lo dejaré aquí, junto a los candelabros y, si necesita más, tendría mucho gusto en proporcionárselo.
Con estas palabras, el ministro de los Estados Unidos colocó el frasco sobre una mesita de mármol y, tras cerrar la puerta, se retiró a descansar. Durante un momento, el fantasma de Canterville permaneció inmóvil, presa de natural indignación.
En seguida, lanzó la botella violentamente contra el reluciente suelo y huyó por el corredor, articulando sordos gemidos y despidiendo una fantasmagórica luz verde.
Al llegar a la gran escalera de roble, una pequeña puerta se abrió de par en par. Dos pequeñas figuras vestidas de blanco aparecieron y una gran almohada pasó zumbando junto a su cabeza.
Evidentemente, no había tiempo que perder, de modo que, adoptando la cuarta dimensión del espacio como medio de escape, desapareció a través de la pared, y la casa quedó sumida en la mayor tranquilidad. Al llegar a un pequeño cuarto secreto del ala izquierda, se apoyó sobre un rayo de luna para recobrar aliento y se puso a considerar su situación. Jamás, en una brillante e ininterrumpida carrera de trescientos años, se había sentido tan groseramente ultrajado.'

El fantasma de Canterville - Oscar Wilde

$11.750
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'Señor mío' dijo el señor Otis, siento tener que rogarle que engrase esas cadenas. Para ello, le he traído un frasquito del lubricante Sol Naciente, de Tammany. Dicen que es completamente eficaz con la primera aplicación, y hay varios testimonios de ello en el prospecto, suscritos por nuestras más eminentes divinidades. Se lo dejaré aquí, junto a los candelabros y, si necesita más, tendría mucho gusto en proporcionárselo.
Con estas palabras, el ministro de los Estados Unidos colocó el frasco sobre una mesita de mármol y, tras cerrar la puerta, se retiró a descansar. Durante un momento, el fantasma de Canterville permaneció inmóvil, presa de natural indignación.
En seguida, lanzó la botella violentamente contra el reluciente suelo y huyó por el corredor, articulando sordos gemidos y despidiendo una fantasmagórica luz verde.
Al llegar a la gran escalera de roble, una pequeña puerta se abrió de par en par. Dos pequeñas figuras vestidas de blanco aparecieron y una gran almohada pasó zumbando junto a su cabeza.
Evidentemente, no había tiempo que perder, de modo que, adoptando la cuarta dimensión del espacio como medio de escape, desapareció a través de la pared, y la casa quedó sumida en la mayor tranquilidad. Al llegar a un pequeño cuarto secreto del ala izquierda, se apoyó sobre un rayo de luna para recobrar aliento y se puso a considerar su situación. Jamás, en una brillante e ininterrumpida carrera de trescientos años, se había sentido tan groseramente ultrajado.'