Falofanías, espectros, marionetas, visiones, sueños, reliquias.

Quien lea este texto de Patricia Fochi advertirá rápidamente un rasgo notable: su preferencia notoria por lo que tiene de extravagante y de conmovedor la fenomenología del duelo. Espectros, amores caníbales, amados desaparecidos… Y, sin embargo, no se trata de un muestrario de monstruos, porque todo esta destinado, desde formulaciones rigurosamente metapsicológicas, a revelar la trama última, la que se revela ocultándose, del duelo que ridículamente llamamos “normal”: el duelo por el otro que ocupó el sitio del gran Otro es, en algún punto, tan irresoluble como el duelo por la propia existencia; la muerte del otro, o su ruptura del lazo o su desaparición, anuncian mi propia extinción… Lo más íntimo del otro, eso que yo creía compartir, se ha ido sin resolución una vez muerto el amado; pero el misterio del otro no es sino el revés del misterio que cada uno de nosotros encarna para nosotros mismos. Pues bien, aquí estamos en los límites de lo soportable. Y es así: cada cual está separado de un modo definitivo de su mayor proximidad.

El duelo, la infición del mundo - Patricia Fochi

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Falofanías, espectros, marionetas, visiones, sueños, reliquias.

Quien lea este texto de Patricia Fochi advertirá rápidamente un rasgo notable: su preferencia notoria por lo que tiene de extravagante y de conmovedor la fenomenología del duelo. Espectros, amores caníbales, amados desaparecidos… Y, sin embargo, no se trata de un muestrario de monstruos, porque todo esta destinado, desde formulaciones rigurosamente metapsicológicas, a revelar la trama última, la que se revela ocultándose, del duelo que ridículamente llamamos “normal”: el duelo por el otro que ocupó el sitio del gran Otro es, en algún punto, tan irresoluble como el duelo por la propia existencia; la muerte del otro, o su ruptura del lazo o su desaparición, anuncian mi propia extinción… Lo más íntimo del otro, eso que yo creía compartir, se ha ido sin resolución una vez muerto el amado; pero el misterio del otro no es sino el revés del misterio que cada uno de nosotros encarna para nosotros mismos. Pues bien, aquí estamos en los límites de lo soportable. Y es así: cada cual está separado de un modo definitivo de su mayor proximidad.