Después de las dos guerras mundiales, el léxico conceptual moderno, tan fuertemente embebido de categorías teológico-políticas, ya no está en condiciones de desatar los nudos que desde muchos puntos nos constriñen. Lo cual no quiere decir que haya que rechazarlo en bloque, ni siquiera en sus segmentos individuales —como, por ejemplo, el de persona—, sino inscribirlo en un horizonte a partir del cual se pongan finalmente de manifiesto sus contradicciones más visibles, para hacer posible, necesaria, la apertura de nuevos espacios del pensamiento. Si no existe un sujeto individual preformado con respecto a las potencias vitales que lo atraviesan y lo constituyen; si el sistema del derecho, con su promesa de igual distribución, sólo expresa y sanciona, legitimándolo, el resultado, a su vez provisorio, de las relaciones de fuerza derivadas de choques pasados; si hasta la institución del Estado, tal como es pensada por los teóricos de la soberanía, no constituye más que la envoltura inmunitaria destinada a someter a los súbditos a un orden que a veces contrasta con su propio interés, en lugar de protegerlos de ello; si todo esto es cierto, entonces, la relación entre los hombres está sometida a un proceso de radical revisión, que el diccionario político moderno es totalmente incapaz de encarar.
 

El dispositivo de la persona - Roberto Esposito

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Después de las dos guerras mundiales, el léxico conceptual moderno, tan fuertemente embebido de categorías teológico-políticas, ya no está en condiciones de desatar los nudos que desde muchos puntos nos constriñen. Lo cual no quiere decir que haya que rechazarlo en bloque, ni siquiera en sus segmentos individuales —como, por ejemplo, el de persona—, sino inscribirlo en un horizonte a partir del cual se pongan finalmente de manifiesto sus contradicciones más visibles, para hacer posible, necesaria, la apertura de nuevos espacios del pensamiento. Si no existe un sujeto individual preformado con respecto a las potencias vitales que lo atraviesan y lo constituyen; si el sistema del derecho, con su promesa de igual distribución, sólo expresa y sanciona, legitimándolo, el resultado, a su vez provisorio, de las relaciones de fuerza derivadas de choques pasados; si hasta la institución del Estado, tal como es pensada por los teóricos de la soberanía, no constituye más que la envoltura inmunitaria destinada a someter a los súbditos a un orden que a veces contrasta con su propio interés, en lugar de protegerlos de ello; si todo esto es cierto, entonces, la relación entre los hombres está sometida a un proceso de radical revisión, que el diccionario político moderno es totalmente incapaz de encarar.