Recuerdo perfectamente la tarde de octubre en la que Roberto Echavarren me contó que había encontrado un cuaderno de versos escritos por una tal Clotilde Rospide (1892-1944). El sol entraba tímidamente por la claraboya, y el perro daba vueltas, inquieto, entre los libros, los tapices indonesios y los jarrones de porcelana, mientras Roberto me hablaba, con entusiasmo creciente, sobre su descubrimiento, sobre esta poeta, de antepasados vascos como él, que hacía de puente entre su poesía y la de sus lejanos maestros del modernismo de principios de siglo XX, e iluminaba el barroco hispanoamericano posterior. Esto queda claro, como gesto editorial, en el subtítulo elegido luego por Roberto, en el que Rospide aparece como un enlace que va hacia atrás, hacia el Siglo de Oro, en una recuperación que cobra singular interés en el momento en el que el tiempo se repliega, y la hace volverse al futuro, al llamado neobarroco que marcó una parte fundamental de la mejor poesía latinoamericana y cristalizó en la muestra Medusario (1996; 2010; 2016). Rospide aparece así como una voz por siempre joven, siempre sorprendente. Hay algo tenebroso que se expresa de modo natural, una ligera dislocación del lente, una sospecha que se implanta en el lector y que florece solo si uno se ocupa de regarla.

Francisco Álvez Francese

El cuaderno de Clotilde Rospide. Del modernismo al barroco - Roberto Echavarren

$15.000
El cuaderno de Clotilde Rospide. Del modernismo al barroco - Roberto Echavarren $15.000

Recuerdo perfectamente la tarde de octubre en la que Roberto Echavarren me contó que había encontrado un cuaderno de versos escritos por una tal Clotilde Rospide (1892-1944). El sol entraba tímidamente por la claraboya, y el perro daba vueltas, inquieto, entre los libros, los tapices indonesios y los jarrones de porcelana, mientras Roberto me hablaba, con entusiasmo creciente, sobre su descubrimiento, sobre esta poeta, de antepasados vascos como él, que hacía de puente entre su poesía y la de sus lejanos maestros del modernismo de principios de siglo XX, e iluminaba el barroco hispanoamericano posterior. Esto queda claro, como gesto editorial, en el subtítulo elegido luego por Roberto, en el que Rospide aparece como un enlace que va hacia atrás, hacia el Siglo de Oro, en una recuperación que cobra singular interés en el momento en el que el tiempo se repliega, y la hace volverse al futuro, al llamado neobarroco que marcó una parte fundamental de la mejor poesía latinoamericana y cristalizó en la muestra Medusario (1996; 2010; 2016). Rospide aparece así como una voz por siempre joven, siempre sorprendente. Hay algo tenebroso que se expresa de modo natural, una ligera dislocación del lente, una sospecha que se implanta en el lector y que florece solo si uno se ocupa de regarla.

Francisco Álvez Francese