Todo en estos escritos de Sun Qianli y Jiang Kui (de 1208) es lejano: la China, la práctica de la caligrafía, el género del tratado. Tan lejano que sólo puede volverse íntimo. Suele sobrevenir una rara calma con la lectura de un manual milagrosamente inútil, anacrónico, obsoleto, más parecido a un tratado poético que a insaciables instrucciones de uso. Estos tratados –a la vez breviarios de conducta y filosofía– asumen el rol de tutoriales que exigen, como corresponde a la civilización china, cualidades adivinatorias. Su progresiva familiaridad va facilitando en el espíritu del lector el ingreso de un glosario sugerente, acaso transformador. Algo queda claro: la revelación de una forma sucede en un
segundo. Tal vez convenga leerlos como no leyéndolos, sin la menor intención; uno no se sienta a mirar y oír el mar con un propósito definido. Estos dos proyectos de tratado sugieren –enseñan, muestran– posibles métodos de trabajo; sobre todo, insinúan formas de colocarse, maneras de configurar preparativos. En la caligrafía, como en tantas otras tareas y menesteres, gran parte del asunto se juega en la disposición. Frente a la hoja en blanco, la mente en blanco: para ir aproximándose lo más posible al tao de la escritura.

Matías Serra Bradford

Dos Tratados de Caligrafía China - Sun Qianli, Jiang Kui

$13.000
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Todo en estos escritos de Sun Qianli y Jiang Kui (de 1208) es lejano: la China, la práctica de la caligrafía, el género del tratado. Tan lejano que sólo puede volverse íntimo. Suele sobrevenir una rara calma con la lectura de un manual milagrosamente inútil, anacrónico, obsoleto, más parecido a un tratado poético que a insaciables instrucciones de uso. Estos tratados –a la vez breviarios de conducta y filosofía– asumen el rol de tutoriales que exigen, como corresponde a la civilización china, cualidades adivinatorias. Su progresiva familiaridad va facilitando en el espíritu del lector el ingreso de un glosario sugerente, acaso transformador. Algo queda claro: la revelación de una forma sucede en un
segundo. Tal vez convenga leerlos como no leyéndolos, sin la menor intención; uno no se sienta a mirar y oír el mar con un propósito definido. Estos dos proyectos de tratado sugieren –enseñan, muestran– posibles métodos de trabajo; sobre todo, insinúan formas de colocarse, maneras de configurar preparativos. En la caligrafía, como en tantas otras tareas y menesteres, gran parte del asunto se juega en la disposición. Frente a la hoja en blanco, la mente en blanco: para ir aproximándose lo más posible al tao de la escritura.

Matías Serra Bradford