En una Buenos Aires igual pero distinta, una Buenos Aires devastada y dividida en distritos territoriales, en un futuro anacrónico, o quizás un pasado corrido, la población se muere de hambre y miedo. Por barrios de límites electrificados, los habitantes (ya no vecinos y menos aun ciudadanos) arrastran una vida penosa y gris apenas distinguidos por el color del overol que identifica la separación distrital. Los Funcionarios de Control y Advertencia, los pérfidos de la fcya, son un escuadrón de la muerte que recorre las calles rotas con libertad para perpetrar cualquier acto de salvajismo. En la Casa Rosada, un Máster Regente que se regodea en la crueldad despliega sus perversiones, aplaudido por un médico dado a la experimentación con humanos para fines recreativos y un hato de esbirros siempre solícitos para complacer con el acto más aberrante. ¿Es posible sostener la solidaridad o los pactos de convivencia, incluso los lazos humanos más básicos, cuando el amigo, el hermano, el pariente, el vecino, el conciudadano, el prójimo pueden convertirse en seres en cuyo obrar anida el horror más inmundo? 

 

Claudia Cortalezzi se vale del terror, la sátira social y antropología moral para componer una historia que reúne y amplifica los tres géneros.

 

Si las películas Hostel y La Naranja Mecánica tuvieran un hijo criado por Ze do Caixão, escribiría Distrito Territorial San Telmo.

Y redoblo la apuesta: Si Rob Zombie y Quentin Tarantino conocieran la historia de esta Buenos Aires perversa y distópica se pelearían por filmarla.

 

Pablo Martínez Burkett