Segunda entrega de los imprescindibles diarios de Rafael Chirbes, que deslumbran por su lucidez, honestidad y desgarro. 

Segundo volumen de los Diarios de Rafael Chirbes, que reúne diversos cuadernos escritos entre 2005 y 2007. Son los años de la lenta gestación, llena de dudas que lo llevan incluso a plantearse abandonar la literatura, de la novela que le supondría la consagración definitiva: Crematorio.

Son también años de incertidumbres personales: del abandono definitivo de su trabajo en la redacción de Sobremesa, que le da una nueva libertad; de amigos que fallecen; de fugaces encuentros sexuales, entre el deseo y la decrepitud, porque el cuerpo ya no es joven; de crecientes desengaños… Pero siguen muy vivos los entusiasmos de siempre: las películas clásicas, que traen momentos de felicidad, y las lecturas incansables, sagaces y variopintas: Montaigne, La Celestina, La Regenta, Baudelaire, los cuentos de Poe, la Suite francesa de Némirovsky, los diarios de Jünger, Ellroy... Y también los viajes a varias ciudades: Nueva York, Berlín, París, Barcelona... Siempre en guardia, siempre implacable consigo mismo y con los demás –hay aquí, por ejemplo, un severo retrato de Juan Goytisolo, con el que se reencuentra en Berlín–, siempre escabulléndose de los cenáculos literarios, de los lugares comunes y de la banalidad, expresa opiniones contundentes contra lo que llama despectivamente «literatura de alta expresión», cargada de guiños y referentes literarios, y contra no pocos escritores actuales, a los que lee con displicencia y a veces con indignación.

Diarios. A ratos perdidos 3 y 4 - Rafael Chirbes

$29.700
Diarios. A ratos perdidos 3 y 4 - Rafael Chirbes $29.700

Segunda entrega de los imprescindibles diarios de Rafael Chirbes, que deslumbran por su lucidez, honestidad y desgarro. 

Segundo volumen de los Diarios de Rafael Chirbes, que reúne diversos cuadernos escritos entre 2005 y 2007. Son los años de la lenta gestación, llena de dudas que lo llevan incluso a plantearse abandonar la literatura, de la novela que le supondría la consagración definitiva: Crematorio.

Son también años de incertidumbres personales: del abandono definitivo de su trabajo en la redacción de Sobremesa, que le da una nueva libertad; de amigos que fallecen; de fugaces encuentros sexuales, entre el deseo y la decrepitud, porque el cuerpo ya no es joven; de crecientes desengaños… Pero siguen muy vivos los entusiasmos de siempre: las películas clásicas, que traen momentos de felicidad, y las lecturas incansables, sagaces y variopintas: Montaigne, La Celestina, La Regenta, Baudelaire, los cuentos de Poe, la Suite francesa de Némirovsky, los diarios de Jünger, Ellroy... Y también los viajes a varias ciudades: Nueva York, Berlín, París, Barcelona... Siempre en guardia, siempre implacable consigo mismo y con los demás –hay aquí, por ejemplo, un severo retrato de Juan Goytisolo, con el que se reencuentra en Berlín–, siempre escabulléndose de los cenáculos literarios, de los lugares comunes y de la banalidad, expresa opiniones contundentes contra lo que llama despectivamente «literatura de alta expresión», cargada de guiños y referentes literarios, y contra no pocos escritores actuales, a los que lee con displicencia y a veces con indignación.