El teatro de Miguel Ángel diani. El humor negro y la crueldad en una travesía dramática, con matices de humor. Sujeciones y dominaciones que llegan a lo criminal, con la clara firma de la manada patriarcalista, y una pregunta ineludible: dónde se encuentra una humanidad diferente? El autor convoca lo monstruoso, y lo monstruoso nos interpela. Padres devoradores y castigadores al estilo del dios griego cronos, mujeres que se debaten entre la complicidad de vínculos que rondan la desaparición de su propia esencia, hijos que no alcanzan a ampararse en frágiles canciones de cuna.
Y cuando aparecen los sueños, presagian cenizas de libertad bajo venganza. El teatro de diani duele. Porque la escena remite siempre a la realidad. Y la realidad descarnada, no maquillada es una escena de pesadilla. El autor dialoga con el filicidio, enuncia sin anestesia los femicidios o el crimen no desde la lógica del asombro moral, sino desde el barro de los hechos. Podría decirse que su escena es una inmensa trama desoladora que desnuda una sociedad que no se reconoce ni en sus orígenes ni en su descendencia. Personajes entre la amoralidad explícita y asfixias existenciales, siempre caminando en la cornisa de los vínculos víctima/victimario con un claro anclaje en nuestro imaginario colectivo, donde lo moral es apenas una caricatura. Lazos familiares de perversión. Legitimación de lo border como signo de cotidianeidad. Miguel ángel diani es surrealistamente cruel, desgarradoramente real y, en el carrusel de expulsados del paraíso de lo querible, sus personajes deambulan como reyes de la nada, al estilo de papá y mamá ubu (ubu roi).
Diani sabe dimensionar estos nuevos miserables al estilo del ejército de desarrapados de falstaff (enrique iv). Diani no nos rompe ilusión alguna: descorre el velo de lo ilusorio. No hay ni filtros, ni doble moral, ni relatos que amortigüen nada. Como un rap de calle 13, lo que te duele, no tendrá remedio. Quizá sus personajes nos pidan que no los juzguemos, sino que los reconozcamos. Nada más. Una invitación quizá a liberar, como dice joseph campbell, nuestros propios monstruos?

Elefantes y otros textos teatrales - Miguel Ángel Diani

$20.000
Elefantes y otros textos teatrales - Miguel Ángel Diani $20.000

El teatro de Miguel Ángel diani. El humor negro y la crueldad en una travesía dramática, con matices de humor. Sujeciones y dominaciones que llegan a lo criminal, con la clara firma de la manada patriarcalista, y una pregunta ineludible: dónde se encuentra una humanidad diferente? El autor convoca lo monstruoso, y lo monstruoso nos interpela. Padres devoradores y castigadores al estilo del dios griego cronos, mujeres que se debaten entre la complicidad de vínculos que rondan la desaparición de su propia esencia, hijos que no alcanzan a ampararse en frágiles canciones de cuna.
Y cuando aparecen los sueños, presagian cenizas de libertad bajo venganza. El teatro de diani duele. Porque la escena remite siempre a la realidad. Y la realidad descarnada, no maquillada es una escena de pesadilla. El autor dialoga con el filicidio, enuncia sin anestesia los femicidios o el crimen no desde la lógica del asombro moral, sino desde el barro de los hechos. Podría decirse que su escena es una inmensa trama desoladora que desnuda una sociedad que no se reconoce ni en sus orígenes ni en su descendencia. Personajes entre la amoralidad explícita y asfixias existenciales, siempre caminando en la cornisa de los vínculos víctima/victimario con un claro anclaje en nuestro imaginario colectivo, donde lo moral es apenas una caricatura. Lazos familiares de perversión. Legitimación de lo border como signo de cotidianeidad. Miguel ángel diani es surrealistamente cruel, desgarradoramente real y, en el carrusel de expulsados del paraíso de lo querible, sus personajes deambulan como reyes de la nada, al estilo de papá y mamá ubu (ubu roi).
Diani sabe dimensionar estos nuevos miserables al estilo del ejército de desarrapados de falstaff (enrique iv). Diani no nos rompe ilusión alguna: descorre el velo de lo ilusorio. No hay ni filtros, ni doble moral, ni relatos que amortigüen nada. Como un rap de calle 13, lo que te duele, no tendrá remedio. Quizá sus personajes nos pidan que no los juzguemos, sino que los reconozcamos. Nada más. Una invitación quizá a liberar, como dice joseph campbell, nuestros propios monstruos?