Conocemos muy bien el peso que tuvo el pasaje del pensamiento de Deleuze por la historia de la filosofía, desde sus obras fundamentales de fines de los 60, pasando por sus lecturas de otros filósofos, sus libros que se inmiscuyen o invaden campos de saber no-filosóficos, hasta su colaboración con Guattari. Lo que nos cuesta conocer mejor es su gravitación en nosotros, qué hacer con él, con su obra, más allá de la cita de ocasión o la autocomplacencia banal. Y es la pregunta medular para una filosofía: su valor de uso. ¿Qué hacer con las críticas del capitalismo, del aparato de Estado, de las vidas neuróticas o de Edipo? ¿Cómo construir una política con los conceptos de nomadismo, de máquina de guerra o de línea de fuga? ¿Cómo el devenir minoritario puede ser potente?
Necesitábamos una lectura como la de David Lapoujade, quien ha navegado como nadie por la obra de Deleuze –trabajando en la compilación de sus textos dispersos– y que construye su lectura desde una voz propia, no como quien cotorrea una jerga. (¿Uno o muchos loros?)
En este libro, llamado a volverse (si no estuviéramos ya demasiado anestesiados…) de referencia, Lapoujade logra tres o cuatro cosas inmensa e inmediatamente necesarias para nosotros. En primer lugar, leer desde un concepto, el de movimientos aberrantes, el cual es extraído como una constante del pensamiento de Deleuze, quien los busca aquí y allá. En segundo lugar, hacer el puente (riguroso) entre obras distantes en apariencia, como Diferencia y repetición y Mil mesetas, pero no solo, y detectar los nombres diversos para una búsqueda común. En tercer lugar, pensar (con lucidez) el mundo actual y “estirar” el pensamiento ya anticipador de Deleuze sobre las sociedades de control (nihilismo pasivo, máquinas con hombres adentro, hombres como mónadas, imágenes que reenvían a imágenes, dominio intersticial y englobante, etc.). Finalmente, pensar el afuera (contra lo abierto, no solo contra lo cerrado), pensar el desierto, lo intolerable, la nueva tierra, el pueblo por venir, es decir la política de Deleuze; y pensarnos nosotros, la experimentación que somos, ahí dentro. ¿Cómo componer un adentro que soporte el afuera… de tal manera que se quiera la mutación?

 

Deleuze: los movimientos aberrantes - David Lapoujade

$22.600
Deleuze: los movimientos aberrantes - David Lapoujade $22.600

Conocemos muy bien el peso que tuvo el pasaje del pensamiento de Deleuze por la historia de la filosofía, desde sus obras fundamentales de fines de los 60, pasando por sus lecturas de otros filósofos, sus libros que se inmiscuyen o invaden campos de saber no-filosóficos, hasta su colaboración con Guattari. Lo que nos cuesta conocer mejor es su gravitación en nosotros, qué hacer con él, con su obra, más allá de la cita de ocasión o la autocomplacencia banal. Y es la pregunta medular para una filosofía: su valor de uso. ¿Qué hacer con las críticas del capitalismo, del aparato de Estado, de las vidas neuróticas o de Edipo? ¿Cómo construir una política con los conceptos de nomadismo, de máquina de guerra o de línea de fuga? ¿Cómo el devenir minoritario puede ser potente?
Necesitábamos una lectura como la de David Lapoujade, quien ha navegado como nadie por la obra de Deleuze –trabajando en la compilación de sus textos dispersos– y que construye su lectura desde una voz propia, no como quien cotorrea una jerga. (¿Uno o muchos loros?)
En este libro, llamado a volverse (si no estuviéramos ya demasiado anestesiados…) de referencia, Lapoujade logra tres o cuatro cosas inmensa e inmediatamente necesarias para nosotros. En primer lugar, leer desde un concepto, el de movimientos aberrantes, el cual es extraído como una constante del pensamiento de Deleuze, quien los busca aquí y allá. En segundo lugar, hacer el puente (riguroso) entre obras distantes en apariencia, como Diferencia y repetición y Mil mesetas, pero no solo, y detectar los nombres diversos para una búsqueda común. En tercer lugar, pensar (con lucidez) el mundo actual y “estirar” el pensamiento ya anticipador de Deleuze sobre las sociedades de control (nihilismo pasivo, máquinas con hombres adentro, hombres como mónadas, imágenes que reenvían a imágenes, dominio intersticial y englobante, etc.). Finalmente, pensar el afuera (contra lo abierto, no solo contra lo cerrado), pensar el desierto, lo intolerable, la nueva tierra, el pueblo por venir, es decir la política de Deleuze; y pensarnos nosotros, la experimentación que somos, ahí dentro. ¿Cómo componer un adentro que soporte el afuera… de tal manera que se quiera la mutación?