El prejuicio más aciago de la filosofía es que su historia jalona rivalidades sangrientas, conflictos insuperables, superaciones radicales, reinicios absolutos, fines y clausuras. Se trata de una concepción pobre y desangelada de esta pasión que impulsa mi viaje por la tierra. El paisaje de lo trascendental se anima cuando se lo concibe como el trabajo conjunto de una saga de artistas embriagados por el pensamiento. Esto no quiere decir que se trate de una suave danza de almas bellas; por el contrario, esa misma embriaguez lleva a enfrentamientos salvajes: hay interpretaciones en las que se nos va la vida, hay conceptos cuya importancia nos desvela, hay posturas que nos parecen escandalosas. Sin embargo, también cuando la danza se hace tan turbulenta que se parece más bien a una brutal pelea de box, lo que importa es esa violencia que fuerza a pensar, y no quién tiene razón. Discutimos porque pensamos juntos, nos respetamos cuando nos criticamos de forma salvaje. Así se construye el pensamiento común: en la tensión y no en la calma, en la pasión de la embriaguez que alterna afinidades radicales y diferencias que parecen irreconciliables.
Este libro se propone sostener tal visión de la filosofía a través de un experimento crucial: mostrar que entrelazando a Hegel y a Deleuze podemos construir una potente ontología práctica, que tome la multiplicidad como prius, para dar cuenta del mundo y de la experiencia, donde se conjugan movimiento y devenir con identidades y persistencias. Con ese objetivo, a lo largo de estas páginas expondré a la multiplicidad como una fuerza capaz de determinarse en formas concretas y precisas. La alianza de Deleuze y Hegel nos brinda herramientas conceptuales preciosas para esa tarea: el primero nos ofrece esa ontología de la multiplicidad, mientras el segundo nos plaga de determinaciones sutiles hasta el agotamiento. Una lectura de Hegel desde una perspectiva deleuziana abre nuestros ojos a las miríadas de diferencias y al sutil recorrido incluso de lo más bajo (en su filosofía de la naturaleza hay un secreto slum naturalismo: un amor apasionado por la vileza y las formas más precarias de la existencia). Una lectura de Deleuze desde la perspectiva hegeliana abre nuestros ojos a la máquina de determinación y constitución de lo existente que se alimenta de los flujos y rizomas que lo han hecho célebre.

Danza turbulenta. Hegel y Deleuze - Julián Ferreyra

$23.000
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El prejuicio más aciago de la filosofía es que su historia jalona rivalidades sangrientas, conflictos insuperables, superaciones radicales, reinicios absolutos, fines y clausuras. Se trata de una concepción pobre y desangelada de esta pasión que impulsa mi viaje por la tierra. El paisaje de lo trascendental se anima cuando se lo concibe como el trabajo conjunto de una saga de artistas embriagados por el pensamiento. Esto no quiere decir que se trate de una suave danza de almas bellas; por el contrario, esa misma embriaguez lleva a enfrentamientos salvajes: hay interpretaciones en las que se nos va la vida, hay conceptos cuya importancia nos desvela, hay posturas que nos parecen escandalosas. Sin embargo, también cuando la danza se hace tan turbulenta que se parece más bien a una brutal pelea de box, lo que importa es esa violencia que fuerza a pensar, y no quién tiene razón. Discutimos porque pensamos juntos, nos respetamos cuando nos criticamos de forma salvaje. Así se construye el pensamiento común: en la tensión y no en la calma, en la pasión de la embriaguez que alterna afinidades radicales y diferencias que parecen irreconciliables.
Este libro se propone sostener tal visión de la filosofía a través de un experimento crucial: mostrar que entrelazando a Hegel y a Deleuze podemos construir una potente ontología práctica, que tome la multiplicidad como prius, para dar cuenta del mundo y de la experiencia, donde se conjugan movimiento y devenir con identidades y persistencias. Con ese objetivo, a lo largo de estas páginas expondré a la multiplicidad como una fuerza capaz de determinarse en formas concretas y precisas. La alianza de Deleuze y Hegel nos brinda herramientas conceptuales preciosas para esa tarea: el primero nos ofrece esa ontología de la multiplicidad, mientras el segundo nos plaga de determinaciones sutiles hasta el agotamiento. Una lectura de Hegel desde una perspectiva deleuziana abre nuestros ojos a las miríadas de diferencias y al sutil recorrido incluso de lo más bajo (en su filosofía de la naturaleza hay un secreto slum naturalismo: un amor apasionado por la vileza y las formas más precarias de la existencia). Una lectura de Deleuze desde la perspectiva hegeliana abre nuestros ojos a la máquina de determinación y constitución de lo existente que se alimenta de los flujos y rizomas que lo han hecho célebre.