Es una verdad a voces –a páginas, en este caso– que quien escribe está refrescando, recreando o acaso exorcizando, al decir de Cortázar, momentos intensos de su vida, y sea por el tiempo transcurrido o porque se trata de una etapa de continuo asombro, esos momentos pertenecen a la infancia y adolescencia, y cada uno la describe y escribe vistos a través del cristal que ha ido moldeando con el devenir de los años.

Eso está presente en esta nouvelle de Marcelo Casarin, pero no se trata solo de una historia personal: está la transformación del alguna vez pueblo de La Calera en el que se crio, sus recuerdos del casi legendario intento de copamiento montonero de 1970 y su percepción actual de ese hecho, que él cronica y a la vez investiga y amplía con testimonios de sus protagonistas, para cerrar con una visión entre dura y melancólica de lo que quedó de aquel lugar y época.

El autor lo dice con lúcida concisión: “Si me preguntan cuáles fueron los motivos por los que me decidí a escribir esta historia, estas historias, puedo responder (…) en primer lugar, la necesidad de recuperar el pasado, de asomarme al territorio evanescente de la infancia a través de algunos episodios; encontrar algo de lo que soy en el recuerdo de lo que fui.”

Cuesta Colorada es, precisamente, una muestra, una bella muestra de cómo encontrar en la memoria la manera de llevarse bien o mejor con el presente.

 

Ricardo Irastorza

Cuesta Colorada - Marcelo Casarin

$11.950
Cuesta Colorada - Marcelo Casarin $11.950

Es una verdad a voces –a páginas, en este caso– que quien escribe está refrescando, recreando o acaso exorcizando, al decir de Cortázar, momentos intensos de su vida, y sea por el tiempo transcurrido o porque se trata de una etapa de continuo asombro, esos momentos pertenecen a la infancia y adolescencia, y cada uno la describe y escribe vistos a través del cristal que ha ido moldeando con el devenir de los años.

Eso está presente en esta nouvelle de Marcelo Casarin, pero no se trata solo de una historia personal: está la transformación del alguna vez pueblo de La Calera en el que se crio, sus recuerdos del casi legendario intento de copamiento montonero de 1970 y su percepción actual de ese hecho, que él cronica y a la vez investiga y amplía con testimonios de sus protagonistas, para cerrar con una visión entre dura y melancólica de lo que quedó de aquel lugar y época.

El autor lo dice con lúcida concisión: “Si me preguntan cuáles fueron los motivos por los que me decidí a escribir esta historia, estas historias, puedo responder (…) en primer lugar, la necesidad de recuperar el pasado, de asomarme al territorio evanescente de la infancia a través de algunos episodios; encontrar algo de lo que soy en el recuerdo de lo que fui.”

Cuesta Colorada es, precisamente, una muestra, una bella muestra de cómo encontrar en la memoria la manera de llevarse bien o mejor con el presente.

 

Ricardo Irastorza