En el inicio está el viaje. El trip. Una llamada desde Cabo Frío, Uruguay, anuncia la muerte del padre. Farmacéutico de enciclopedia, adicto como un bicho a los fármacos legales, Alejandro vive para atender a su madre eternamente postrada –adicta como él, acaso su mentora.

Si cada familia es un mundo, el mundo que propone Cuerpos sumergidos está hecho de blísteres, de grajeas elegantes que, dosis tras dosis, capítulo a capítulo, expanden la percepción, empujan a la intemperie. De esa intemperie —de esa familia— surge Alejandro y surge también la densa historia que arrastra como un sobreviviente.

Drama familiar, novela negra, Cuerpos sumergidos funciona como un prospecto abrumador y delicioso.

Mariano Quirós