El mundo de la mujer indígena en las misiones había permanecido prácticamente inexplorado hasta el momento. Este libro de Beatriz Vitar es la primera síntesis sobre el tema, con un grado de erudición sobresaliente. La cuestión del cuerpo como espacio de ejercicio del poder se presenta como un nodo de reflexión cardinal que permite identificar fenómenos de conflicto, coacción, violencia, resistencia y negociación donde se había visto solo un mundo idílico de encuentros.
Mujeres que bailan sus danzas salvajes, los rostros y los cuerpos atravesados por la memoria de acontecimientos vitales, con pinturas y tatuajes en los que permanece indeleble el color de la ceniza. Las quieren castas, pudorosas, hilando lana o algodón, pero ellas siguen atravesando el monte, hiriéndose con espinas para recolectar el chitsaj del que saldrá la fibra elemental para tantísimos usos o buscando la algarroba nutricia y ritual para fabricar la bebida de las ceremonias. Son ellas quienes amasan la tierra y dan forma a los pesados botijos con los que acarrean el agua, las que van a parir "bajo el libre cielo", solo asistidas por viejas comadronas. Cacicas respetadas por su poder y mando, capaces de negociar con el mundo colonial. Ancianas dueñas de la palabra ritual, espías del enemigo hispano criollo en las fronteras y sacerdotisas en la consagración de los guerreros valientes, y que al ritmo de sonajas curan a los enfermos y cantan las endechas a los difuntos...

Cuerpos bajo vigilancia: Las mujeres en las misiones jesuíticas del Chaco - Beatriz Vitar

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El mundo de la mujer indígena en las misiones había permanecido prácticamente inexplorado hasta el momento. Este libro de Beatriz Vitar es la primera síntesis sobre el tema, con un grado de erudición sobresaliente. La cuestión del cuerpo como espacio de ejercicio del poder se presenta como un nodo de reflexión cardinal que permite identificar fenómenos de conflicto, coacción, violencia, resistencia y negociación donde se había visto solo un mundo idílico de encuentros.
Mujeres que bailan sus danzas salvajes, los rostros y los cuerpos atravesados por la memoria de acontecimientos vitales, con pinturas y tatuajes en los que permanece indeleble el color de la ceniza. Las quieren castas, pudorosas, hilando lana o algodón, pero ellas siguen atravesando el monte, hiriéndose con espinas para recolectar el chitsaj del que saldrá la fibra elemental para tantísimos usos o buscando la algarroba nutricia y ritual para fabricar la bebida de las ceremonias. Son ellas quienes amasan la tierra y dan forma a los pesados botijos con los que acarrean el agua, las que van a parir "bajo el libre cielo", solo asistidas por viejas comadronas. Cacicas respetadas por su poder y mando, capaces de negociar con el mundo colonial. Ancianas dueñas de la palabra ritual, espías del enemigo hispano criollo en las fronteras y sacerdotisas en la consagración de los guerreros valientes, y que al ritmo de sonajas curan a los enfermos y cantan las endechas a los difuntos...