Sara Chura aflora en la novela de Juan Pablo Piñeiro como eje de un carrusel muy singular: anclada en un presente sin fisuras, la enigmática deidad andina hecha a rodar personajes que encajan en tiempos y geografias dispares, dada su propensión a la metamorfosis y a los preceptos de la alotropía.
Nada tienen de marginales estas figuras hechizadas por Sara Chura, aunque pudieran provocar esa desdeñosa y equívoca definición. A poco que el lector se aventure por las páginas de esta diáfana narración se topará con individuos que trabajan a tiempo completo en fruslerías inolvidables y conocen la fábula mayor de caminar por los bordes ilusorios de la muerte. Obreros calificados de la invención, ajenos al infortunio de vivir sin mitos, llegaron entrenados para dejar su impronta en los decorosos flancos de la urbe andina.
Suponía Kafka que el poeta por ser el más débil de los hombres, experimento con mayor intensidad el peso de su presencia en el mundo. Sin alterar lo esencial de esa paradoja, cabe decir de los rutilantes personajes de esta novela que pertenecen al tejido inconsútil de la ciudad de La Paz, porque la habitan acatando rituales intraducibles. Y si eso no alcanzara para iluminar su mitología, sueñan con Sara Chura y aspiran a despertarla en la Entrada del Señor del Gran Poder. Memorable arquetipo femenino labrado en cuartos ófricos y en plazas que reverberan en la fiesta. Y todo con la solvencia nacida del humor. Y el aliento persuasivo de un idioma que propone su propia horma narrativa.
Jesús Urzagasti

Cuando Sara Chura despierte - Juan Pablo Piñeiro

$9.000
Cuando Sara Chura despierte - Juan Pablo Piñeiro $9.000

Sara Chura aflora en la novela de Juan Pablo Piñeiro como eje de un carrusel muy singular: anclada en un presente sin fisuras, la enigmática deidad andina hecha a rodar personajes que encajan en tiempos y geografias dispares, dada su propensión a la metamorfosis y a los preceptos de la alotropía.
Nada tienen de marginales estas figuras hechizadas por Sara Chura, aunque pudieran provocar esa desdeñosa y equívoca definición. A poco que el lector se aventure por las páginas de esta diáfana narración se topará con individuos que trabajan a tiempo completo en fruslerías inolvidables y conocen la fábula mayor de caminar por los bordes ilusorios de la muerte. Obreros calificados de la invención, ajenos al infortunio de vivir sin mitos, llegaron entrenados para dejar su impronta en los decorosos flancos de la urbe andina.
Suponía Kafka que el poeta por ser el más débil de los hombres, experimento con mayor intensidad el peso de su presencia en el mundo. Sin alterar lo esencial de esa paradoja, cabe decir de los rutilantes personajes de esta novela que pertenecen al tejido inconsútil de la ciudad de La Paz, porque la habitan acatando rituales intraducibles. Y si eso no alcanzara para iluminar su mitología, sueñan con Sara Chura y aspiran a despertarla en la Entrada del Señor del Gran Poder. Memorable arquetipo femenino labrado en cuartos ófricos y en plazas que reverberan en la fiesta. Y todo con la solvencia nacida del humor. Y el aliento persuasivo de un idioma que propone su propia horma narrativa.
Jesús Urzagasti