Hace mucho tiempo que no terminaba un libro sin darme cuenta. Cada vez que llegaba al final de alguno de los 11 cuentos de Schujman quería releerlo para ver en qué momento me sumergí completamente en su universo literario.

Hay algo particular presente en este libro que nos permite recordar lo que significa disfrutar un texto y es la frescura. Las palabras fluyen, se conectan, se comunican con otras hasta armar un sistema que forma un cuento redondo, donde el narrador se pregunta cuestiones cotidianas, dilemas que pueden darse en la entrada del subte como en una fiesta debajo de la lluvia.

Los cuentos de Schujman reiteran elementos que los conducen a un mismo sentido: la ruta, la lluvia, la charla, el pueblo: su ida y su vuelta, el irse, el volver, el recuerdo, los miedos y los cambios, las cosas que fueron y las que todavía no sabemos que serán.

Desde animarse a visitar a un amigo de la infancia en China, hasta ponerse el vestido de novia de su mamá, los cuentos marcan una atmosfera que te encandila, no podes salir de ese texto, algo así como si la autora hubiese procurado insertar un hechizo en las primeras oraciones que te mantuviera expectante, sediento de más.

El agua que se manifiesta en tormentas, en olas, en lo que ahoga, nutre y renueva cumple un papel protagónico. El agua como hilo conductor, como un guiño, un lugar seguro que el lector puede identificar y Schujman define en su escritura como un recurso propio.

Creo que este va a ser uno de esos libros que atesore, tal vez por el momento en que llegó a mis manos. Casi sentí que con una máquina excavadora me sacaba de un lugar oscuro, recluido. No tengo más que palabras de agradecimiento para este libro luminoso.

Cuando pare de llover - Lara Schujman

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Hace mucho tiempo que no terminaba un libro sin darme cuenta. Cada vez que llegaba al final de alguno de los 11 cuentos de Schujman quería releerlo para ver en qué momento me sumergí completamente en su universo literario.

Hay algo particular presente en este libro que nos permite recordar lo que significa disfrutar un texto y es la frescura. Las palabras fluyen, se conectan, se comunican con otras hasta armar un sistema que forma un cuento redondo, donde el narrador se pregunta cuestiones cotidianas, dilemas que pueden darse en la entrada del subte como en una fiesta debajo de la lluvia.

Los cuentos de Schujman reiteran elementos que los conducen a un mismo sentido: la ruta, la lluvia, la charla, el pueblo: su ida y su vuelta, el irse, el volver, el recuerdo, los miedos y los cambios, las cosas que fueron y las que todavía no sabemos que serán.

Desde animarse a visitar a un amigo de la infancia en China, hasta ponerse el vestido de novia de su mamá, los cuentos marcan una atmosfera que te encandila, no podes salir de ese texto, algo así como si la autora hubiese procurado insertar un hechizo en las primeras oraciones que te mantuviera expectante, sediento de más.

El agua que se manifiesta en tormentas, en olas, en lo que ahoga, nutre y renueva cumple un papel protagónico. El agua como hilo conductor, como un guiño, un lugar seguro que el lector puede identificar y Schujman define en su escritura como un recurso propio.

Creo que este va a ser uno de esos libros que atesore, tal vez por el momento en que llegó a mis manos. Casi sentí que con una máquina excavadora me sacaba de un lugar oscuro, recluido. No tengo más que palabras de agradecimiento para este libro luminoso.