"Es cuestión de sentarse en la galería, elegir un punto de mira diferente cada tarde o elegir el de siempre: el resultado es el mismo y a la vez es otro. Sentarse en la galería, así nomás, sin realizar ningún esfuerzo y el cuerpo se vuelve poco a poco pura mirada. Por el costado derecho, un jinete se despide con el sombrero en la mano.”

“Siempre hay, en enero, una noche en que hiela en el campo como si fuera el pleno invierno. Es algo que, se sabe, se repite como una verdad indiscutible por su paradoja: siempre hay, en enero, una noche en que hiela pero uno no siempre está allí para vivirla. Siempre hay, en enero, una noche en que hiela y esa noche, de golpe, nos había tocado después de tantos años.”

“Cruzar el río es una de las cosas que más he hecho en mi vida. A veces quiero calcular las horas que pasé cruzando el río pero estoy segura de que sería inútil.”

Estas tres citas definen el tono, la atmósfera, de estas “Corrientes”. Con fintas que tientan y a la vez eluden el tono autobiográfico, el color local, el pasado como experiencia capitalizable o memoria, las morales de la militancia, las herencias, los amores y las desesperanzas, luminosos y tocados siempre por una gracia que no teme a la frivolidad ni a los humores de una adolescencia revisitada, los relatos que Cristina Iglesia reúne en este volumen retoman un amor que le conocemos por sus lecturas críticas, pero también por su disponibilidad en la conversación: el amor por la relación que fluye, como un reguero, como ese río del tiempo que siempre, desde una u otra orilla, la distancia y la cercanía nos invitan a cruzar

Corrientes - Cristina Iglesia

$13.720
Corrientes - Cristina Iglesia $13.720

"Es cuestión de sentarse en la galería, elegir un punto de mira diferente cada tarde o elegir el de siempre: el resultado es el mismo y a la vez es otro. Sentarse en la galería, así nomás, sin realizar ningún esfuerzo y el cuerpo se vuelve poco a poco pura mirada. Por el costado derecho, un jinete se despide con el sombrero en la mano.”

“Siempre hay, en enero, una noche en que hiela en el campo como si fuera el pleno invierno. Es algo que, se sabe, se repite como una verdad indiscutible por su paradoja: siempre hay, en enero, una noche en que hiela pero uno no siempre está allí para vivirla. Siempre hay, en enero, una noche en que hiela y esa noche, de golpe, nos había tocado después de tantos años.”

“Cruzar el río es una de las cosas que más he hecho en mi vida. A veces quiero calcular las horas que pasé cruzando el río pero estoy segura de que sería inútil.”

Estas tres citas definen el tono, la atmósfera, de estas “Corrientes”. Con fintas que tientan y a la vez eluden el tono autobiográfico, el color local, el pasado como experiencia capitalizable o memoria, las morales de la militancia, las herencias, los amores y las desesperanzas, luminosos y tocados siempre por una gracia que no teme a la frivolidad ni a los humores de una adolescencia revisitada, los relatos que Cristina Iglesia reúne en este volumen retoman un amor que le conocemos por sus lecturas críticas, pero también por su disponibilidad en la conversación: el amor por la relación que fluye, como un reguero, como ese río del tiempo que siempre, desde una u otra orilla, la distancia y la cercanía nos invitan a cruzar